Por Ángel Martínez Casanova

Nos estamos convirtiendo en una sociedad de nuevos ricos con pocos escrúpulos y una moral muy laxa, por no hablar del grado de ignorancia y, sobre todo, de satisfacción con esa ignorancia.

Estamos en una época que llama a gritos una transformación, vivimos en una sociedad con mucha mala leche, con gente más pendientes de los demás que de sí misma, hombres y mujeres con mucha envidia, donde la mayoría de las personas están dedicadas a molestar por molestar.

En la época contemporánea los ciudadanos nos hemos acostumbrado a convivir con infractores y trasgresores de la ley, a quienes se les llama amigos y, por ende, se les soporta toda trasmutación de los valores individuales y sociales, que llegan incluso al desangre del erario público y a la degradación de la democracia, con prácticas trasgresoras que transitan por el límite de los delitos penales.

Nuestro tejido social hoy en día es una amalgama de convivencias con prácticas de personas de moral, ética y costumbre demasiados flexibles donde todo se vale.

Es necesario contar con la sociedad civil para salir de las crisis, de tal forma que nuestros países queden fortalecidos para abordar los retos del presente y del futuro, tomando en serio aquellos valores por los que, en buena ley, deberíamos actuar.

Las transformaciones que estamos viviendo, tanto a nivel individual como social, demandan un nuevo sentido de los valores tradicionales, la sociedad está pidiendo a grito que palabras. Como solidaridad, la igualdad, que han sido pervertidas por intereses espurios, se llenen de sentido.

Si queremos una nueva ética, antes será preciso que sepamos donde estamos y hacia donde queremos ir, de esta forma podremos, no inventar nuevos valores, ni es que ello es posible, sino redefinir los valores que desde que el ser humano tiene conciencia le han acompañado y que están anclado en lo más profundo de su código genético. El reto no está en crear una nueva ética, sino en reinviértala, ajustar y redefinir los valores a las necesidades del ser humano y a la sociedad actual en la que desarrolla su existencia.

Rescatar a la ética e implicar a la sociedad en su recuperación se hace en base a propuestas creíbles y viables. Es tiempo de sinergias, de intentar conjugar los esfuerzos de los distintos actores sociales, si es que queremos estar a la altura de lo que exige la ética del siglo XXI.

No se puede seguir luciendo un ropaje de garantes de la verdad, la probidad y la moralidad, que, en lo esencial, solo termina siendo una apología del delito.

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