Jóvenes y cartageneros, los grandes ausentes del Hay Festival

Concluida una nueva versión del Hay Festival en Cartagena, es pertinente realizar una reflexión particular sobre los desafíos a los que se enfrenta esta ciudad que parece no tener ciudadanos. 

El Hay Festival, como es usual, fue un éxito rotundo; músicos, escritores, editores, periodistas, activistas de distintos rincones del globo inundaron el Corralito de Piedra de cultura por 4 días. Sin embargo el éxito no es sinónimo de acogida, el Festival es apenas una muestra de la crisis de pertenencia del cartagenero que no siente suya la ciudad y que en últimas ha sido la misma que ha propiciado los turbios tiempos por los que hoy en día se sufre sin respiro.

Existe en la ciudad un fenómeno social que lleva latente más tiempo del que se piensa: la idea de que la identidad cartagenera ha sido transfigurada. Mientras eventos como el Hay Festival o el Festival Internacional de Música de Cartagena son un constante foco central, el representativo Festival del Frito pasa a un segundo plano, dando la falsa idea de que merece menos atención o valor en la ciudad.

El Hay Festival particularmente es uno de los muchos eventos de los que Cartagena es escenario y, sin lugar a dudas, de los que más contenido tiene para brindar; ofrece entrada gratuita a los estudiantes, actividades para las comunidades y una boletería para asistir a un costo accesible.

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Pese a lo simple que suena, son contados los cartageneros que aprovechan las facilidades que como locales gozan, mientras, por otra parte las personas de diferentes lugares del país, e incluso del extranjero, son las que terminan abarrotando los auditorios y costeando un viaje completo para poder concurrir a disfrutar de la programación estelar del Hay Festival.

El turista soporta las filas, el calor y el sol en temple a los que no se enfrenta en su usual rutina; lidia con los altos costos que debe asumir por el simple hecho de visitar la ciudad en una temporada como esta, encantando con la “experiencia cartagenera” que vive, en cambio, los anfitriones, que no tienen mayor trabajo que salir de su hogar y tomar el transporte usual de su día a día, se destacan por la poca presencia, pasando por alto lo que tiene y poco atiende.

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Contrario a lo que se cree, respecto al interés que debe surgir en la juventud al desarrollarse estos espacios de interacción sobre la actualidad y la cultura en general,  bastaba una ojeada para notar la escasa cantidad de jóvenes que concurrían a los lugares. Las entradas gratuitas para los estudiantes se convertían, aunque suene necio, en la mayor suerte del revendedor.

Ya lo dijo el famoso escritor cubano, Leonardo Padura, en su conversación para el Hay Festival, las nuevas generaciones, a pesar de tener más facilidades que las predecesoras, viven de espalda a la literatura y a lo que solía ser la cultura general.

Vale cuestionarse entonces si quizás el cartagenero promedio no se sienta parte de Cartagena sin ser consciente de ello. Si algo ha quedado claro es que el ciudadano local no se identifica con lo que pone al Corralito en el foco de atención. El Festival de Música, el Hay Festival y el próximo Festival de Cine son un sueño para quien viene de fuera, pero al cartagenero del común poco le inquietan.

Realmente no es clara cuál es la identidad del cartagenero, que al parecer vive en una ciudad creada para el disfrute de quienes no habitan en ella y que, por ende, sufre el desapego de quien no siente lo suyo como propio.

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