El Festival de Música del Caribe, que inició en marzo de 1982, convirtió a Cartagena en un punto de encuentro multicultural. Organizado por Antonio ‘El Mono’ Escobar y Paco de Onís, este evento nació con la idea de crear «la rumba más grande de la ciudad», consolidando a Cartagena como el epicentro cultural del Gran Caribe. En su primera edición, celebrada en la Plaza de la Serrezuela, se presentaron artistas de la talla de Freddy McGregor y Ángel Viloria, quienes introdujeron nuevos ritmos como el reggae y el calypso en la ciudad.
A medida que el festival crecía, en 1985 se trasladó a la Monumental Plaza de Toros debido a la creciente asistencia. Fue entonces cuando el maestro Francisco Zumaqué compuso el icónico himno del festival, «Colombia Caribe», que se convirtió en un símbolo de la identidad del evento. Este crecimiento también permitió la inclusión de más artistas, destacando la participación de grandes exponentes colombianos como Joe Arroyo, Juan Carlos Coronel, Wilson Saoko; y entre otros, quienes llevaron el sabor de la música tropical y la salsa a los escenarios del festival.
Además de la música, el festival incluyó otras manifestaciones artísticas como muestras de pintura y escultura, y en 1991, el Sancochódromo, la primera muestra de comida caribeña. También surgieron eventos como la Gran Parada, donde los cartageneros disfrutaban de desfiles llenos de color y alegría, y el Foro de la Cultura Caribe en 1984, que promovió debates sobre la identidad del Caribe y su historia musical.
El festival también impulsó la creación de otros eventos culturales paralelos, como la Feria del Caribe del Gallo Fino y el recital de poesía del Caribe, reflejando la diversidad cultural de la región. A lo largo de sus ediciones, el festival fue un espacio donde la música, la literatura y el arte se entrelazaron, permitiendo que Cartagena se convirtiera en un referente cultural del Caribe.
El impacto del Festival de Música del Caribe no solo se sintió en la ciudad, sino que atrajo a miles de visitantes internacionales, muchos de ellos sorprendidos por la accesibilidad de un evento de tal magnitud. Mientras en festivales internacionales las entradas costaban miles de dólares, aquí se ofrecían a precios populares, permitiendo que personas de todas las clases sociales disfrutaran de la experiencia.
Aunque la asistencia fue baja en la primera edición, con el tiempo el festival logró convertirse en un evento inclusivo. Los barrios populares de Cartagena y las zonas más acomodadas se unieron en una celebración única que, durante quince años, promovió la identidad caribeña y permitió a la ciudad brillar como epicentro cultural.
El legado del Festival de Música del Caribe sigue vivo en la memoria de aquellos que disfrutaron de su esplendor. Durante sus años de existencia, el evento no solo celebró la riqueza musical del Caribe, sino que también promovió la integración y la identidad cultural de la región.
Fuente. Morales Espinosa, R. (2015). Música y Fiesta: Un análisis histórico del festival de Música del Caribe, Cartagena 1982-1996. Universidad de Cartagena