Por Diogo Cavazotti Aires
Por el momento, nuestra verdadera preocupación es mantenernos vivos. Para algunos el virus es fatal, en otros es agresivo o tal vez casi nulo. Hay grupos de riesgo, pero hay informes de víctimas jóvenes y sanas. Después de toda la agitación, las preguntas permanecerán: ¿Qué cambia a partir de ahora? ¿Tomaremos lecciones? ¿Qué necesitamos para mejorar? ¿Qué necesitamos abandonar?
La noticia de que los países ricos están buscando la producción masiva de máscaras y máquinas respiratorias para satisfacer su propia demanda, sin pensar en las necesidades de otras naciones, nos recuerda que sí, no estamos clasificados como humanos, sino según la nacionalidad.
Imaginando un futuro próximo con el descubrimiento de un medicamento para el Covid-19 y una eventual vacuna, ¿cómo se quedarán nuestras relaciones internacionales frente a estas actitudes? No sólo en las relaciones internacionales, sino también en nuestros comportamientos culturales y comerciales. ¿Seguiremos soñando con viajar a los Estados Unidos después de que el presidente Donald Trump reanudara una ley de guerra que impide la exportación de máscaras, guantes y otros equipos utilizados para prevenir el contagio al Covid-19? Y si no producen, ofrecen más dinero para tener acceso prioritario al material. Aunque tímidamente, lo mismo sucede en Francia, que comienza a sentir el avance de la enfermedad. Por falta de material, los médicos en el Reino Unido han revelado que en algunos hospitales se protegen con bolsas de plástico en la cabeza.
En Latinoamérica se pasa igual. Parte de los brasileños no está de acuerdo con el presidente Jair Bolsonaro, que esta contra la cuarentena, ya que está más preocupado por la economía y, por lo tanto, por una posible reelección en 2022. Y en medio del período más delicado de la pandemia, pelea en público con el actual ministro de salud, quien predica la importancia de quedarse en casa. En la práctica, parte de los brasileños siguen las pautas del ministro, de acuerdo también con alcaldes y gobernadores, y parte continúa con una rutina casi normal, con carreras en parques y caminatas con perros. Incluso hay una parte de la comunidad empresarial que prepara promociones para la próxima semana y le pide al público que salga a la calle. Ahora, ¿cómo puede una política como esta contribuir a los países vecinos, que están comprometidos en prevenir el contagio masivo?
Frente a esta ola de egoísmo, que no es contagiosa pero se ha vuelto más evidente ante la pandemia, ¿estamos dispuestos a contribuir cultural, económica y socialmente a estos países que tienen políticas humanitarias restrictivas? Es muy probable que sea así, porque generalmente las personas que pueden trabajar de una manera genuinamente igualitaria en situaciones estresantes, mantienen estas enseñanzas por delante. Pero lo que deberíamos esperar después de este período es que los ciudadanos puedan mirar a sus líderes de manera crítica e inteligente, de modo que no estén a merced de la falta de preparación, egoísmo y una crisis financiera y de salud inminente. Entonces, quién sabe, algún día, seremos vistos como humanos, y no como ciudadanos o extranjeros.
Diogo Cavazotti Aires, brasileño, periodista, maestro en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario en la Universidad Católica de Colombia.