“Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú”.
Por Álvaro Morales de León
Corría el siglo XVIII, exactamente el año 1762, cuando el filósofo y escritor franco-suizo Juan Jacobo Rousseau, integrante importante del periodo de la Ilustración, habló por primera vez del llamado Contrato Social, una teoría desarrollada por su autor y la cual hacía referencia a un contrato simbólico a través del cual un ciudadano perteneciente a una sociedad adquiría compromisos y obligaciones con El Estado e igualmente a ese mismo ciudadano se le conferían una serie de derechos.
Fue el Contrato Social de Rousseau un contrato simbólico como lo es de igual manera el simbólico Perdón Social propuesto por el candidato Petro, el cual por circunstancias inesperadas y por otras que sobrevinieron terminó por ser utilizado maléficamente por los contradictores de Petro y por las otras campañas para deformar, tergiversar y desconfigurar esta iniciativa que sin efectos jurídicos no pasaba de ser un simbolismo de reconciliación, más no de la búsqueda de exoneración de delitos ni de penas a condenados por corrupción u otros delitos, ni para sacar presos de las cárceles.
En términos generales, y dentro de la infinidad de definiciones, conceptos y acepciones sobre el Perdón una de ellas es la que lo define como el acto que implica la decisión de dejar atrás el rencor contra alguien y abandonar de manera definitiva los pensamientos de venganza; y otra, para mí, la más real y práctica, es la de recordar sin odio actos que contra nosotros han cometido afectándonos emocional o económicamente.
Perdón es la acción y el resultado de perdonar. Se puede perdonar una ofensa, una pena, una deuda, motivado, en esencia, por una decisión de alto contenido espiritual.
Los ejemplos de perdón son muchos, y van desde los contenidos en las Sagradas Escrituras, hasta el indulto de una pena que a un condenado le concede un gobernante, o el que a un toro de lidia le concede la máxima autoridad de una corrida, o el que un acreedor le concede a su deudor.
El perdón, considerado un valor humano puede servir, por un lado, al ofensor para liberarse de la culpa y por otro lado, para que el ofendido se libere de posibles sentimientos de rencor. El perdón no siempre implica que el ofensor no tenga que compensar de algún otro modo su error.
Bien podríamos decir que Caín, a pesar del asesinato que ocasionó a su hermano Abel, fue perdonado por El Señor, resguardándole la vida ante cualquiera que atentara contra él.
Jesús no condenó a la mujer que por haber sido sorprendida en pleno acto de adulterio merecía ser muerta por lapidación, de acuerdo a la Ley Civil que para esa época regía entre el pueblo de Israel; pero también perdonó al apóstol Pedro por su negación.
En Estados Unidos, los Presidentes salientes, el día de Acción de Gracias usan su derecho a otorgar indultos con los que se borran las condenas emitidas o cumplidas anteriormente, confiriéndole privilegios como el de la restauración de los derechos al convicto a votar o a formar parte de un jurado.
Finalmente, perdonemos para poder ser perdonados, perdonar no es una opción ni es optativo para los cristianos; es una orden.
*Columna de opinión. Las opiniones no representan los valores, conceptos y/o postura del periódico.