Por: Ronal García

 

Leer aquí Crónicas relatos de la barbarie del salado parte 1

21 de febrero del 2000

Desplazamiento masivo del pueblo salaero

La barbarie de la horda paramilitar había terminado, pero empezaba el peregrinar; el desplazamiento masivo del pueblo salaero.
Durante los 5 días en los cuales se perpetró la masacre, la fuerzas armadas se percataron al día número 4, cuentan los infantes de marina que en el camino que conduce al salado desde Córdoba (bolívar), el comandante de la compañía 31 de la infantería de marina se encontró con varios hombres de los 450 que incursionaron en el salado, y habló con los comandantes de los mismo; diciendo que pelaban por la misma causa, Lo anterior fue objeto de investigación por parte de la Procuraduría General de la Nación, organismo que encontró méritos para sancionar disciplinariamente al capitán de corbeta Héctor Pita Vásquez, adscrito al BLOQUE DE INFANTERIA DE MARINA Nº 31, por omisión. Luego este oficial fue vinculado al proceso que se adelanta por la masacre de El Salado, por complicidad en el delito de homicidio agravado.

El 20 de febrero del 2000, los infantes de marina colaboraron con la comunidad a cavar 4 fosas comunes para enterrar los cadáveres en estado de descomposición, las personas que permanecieron escondidas en los montes salieron perplejos, llevaban 72 horas sin comer y beber, durante los relatos al Centro de memoria histórica, el caso mas notorio de resistencia a la barbarie fue el de la niña Helen:

“La otra hija que me mataron fue cuando los paramilitares, cuando llegaron a la casa y nos sacaron, cuando nos tenían tirados en el piso, ella se escapó con la señora Pura Chamorro, cuando ella iba huyendo con las niñitas, los paras la tenían rodeada y no la dejaron salir de ahí, y la niña se quedó ahí con ella y duró tres días sin tomar nada, sin comer nada, ella le decía a la señora que le diera agua y el domingo en la tarde ella convulsionó, a la primera se le pasó, después volvió a convulsionar y empezó la agonía, le decía a la señora Pura que la abrazara como la abrazaba la mamá, le dio a tomar un traguito de orín y le dijo que la mamá nunca le había dado eso y no quiso tomar, ahí murió Helen Margarita de 7 años de edad”

En la retirada en las zonas aledañas al saldo los paramilitares no pararon de matar, en los relatos al Centro de Memoria Histórica contó una familiar lo siguiente:

«A mí me mataron a mi papá, Eliseo Torres, y a mi hermano Eduardo Torres, ellos se habían ido el lunes al monte a recoger un maíz, ellos hicieron la comida en el monte, comieron y se fueron a agarrar maíz, dejaron el agua de tomar en el rancho, cuando les dio sed mandaron a Alberto Torres, otro hermano que estaba con ellos, cuando iba llegando al rancho escuchó una conversación y se devolvió, y le avisó a mi papá que en el rancho había gente, mi papá dijo que de todas maneras hay que buscar el agua y salió solo, y mis hermanos se quedaron dentro del maíz a ver que pasaba, escucharon golpes. A Eduardo lo alcanzaron y lo degollaron, y a mi papá le metieron una puya de ensalzar tabaco en la boca y después lo degollaron, y lo tiraron fuera del rancho».

El estado colombiano se sumergió en el error de que llegar a los lugares más remotos del país era con la bota militar, y no con colegios, hospitales o servicios públicos; en dicho lugares los grupos armados al margen de la ley tomaron la función ejecutiva y jurisdiccional del estado, pero los perjudicados en esta guerra fue los hijos de nadie los tuyos y los míos, gente que se vio envuelta en la mitad del escalonamiento del conflicto.

El Salado moribundo

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