Por Ambrosio Fernández
Es apenas entendible que el cartagenero, en materia política, sea una persona incrédula. Años de malas administraciones y de crisis de gobierno que dejaron a la ciudad con una racha de alcaldes suspendidos, casi que récord en el país, han dejado huella en el imaginario de los ciudadanos y en algunos las ilusiones totalmente por el piso.
Esta situación probablemente se incrementó por cuenta de William Dau, quién surgió en medio de esa especie de primavera democrática que vivió Colombia en octubre de 2019, con la victoria de varias figuras más o menos independientes en las principales ciudades. Auténticos fenómenos electorales que no estaban en el panorama de muchos y que prometieron hacer las cosas mejor que los que ellos denominaron “los mismos de siempre”. Esa promesa quedó rota por cuenta de fuertes descaches en sus maneras de gobernar.
A pesar de esta situación es momento de volver a empezar, porque la democracia también se trata de renovar ilusiones y tener la oportunidad, a través del voto, de darle un mandato a alguien para que al menos intente reacomodar las cosas que creemos se están haciendo mal. No es una tarea fácil, en especial en tiempos en que tantas problemáticas sociales parecen tener a nuestras sociedades en medio del caos. Sin embargo, el reloj no da espera y hay que apostarle a que esta puede ser una mejor ciudad en el futuro. Cuatro años pueden significar mucho en el calendario, pero lo cierto es que se van en un abrir y cerrar de ojos, por eso hay que empezar a ejecutar obras o proyectos cuanto antes.
Pese a este afán que embarga no solo a los mandatarios, sino a sus equipos y a los ciudadanos, habrá que dar un compás de espera para empezar a vislumbrar los primeros resultados de la gestión. La llamada luna de miel que tienen los gobernantes recién posesionados con la opinión pública deberá estar rodeada, además, de una apuesta por la unidad de los cartageneros, en especial porque el actual alcalde nos acostumbró a un ambiente de crispación y enfrentamientos. Tal y como lo ha expresado Dumek Turbay, son momentos para dejar atrás los odios y hacer de la política un escenario para construir y para dar soluciones.
Es claro que la prensa es contrapoder, y que su labor (al menos en la teoría de la deontología periodística) es hacer veeduría a los gobernantes. No obstante, no se entiende porque hoy existen diversas voces que apuestan por el fracaso del alcalde electo, cuando una eventual mala gestión de Dumek supondría muy malas consecuencias para Cartagena.
En mi caso elijo creer, es esta la oportunidad para que renovemos la fe y sentido de pertenencia por nuestro territorio. Una buena gestión de Dumek implica más progreso para todos los que habitamos Cartagena.