Independencia | Columna

Por Osmarl Pulido Rodríguez

Julio y agosto son meses fundamentales para recordar la historia de los colombianos. El 20 de julio se celebra el grito de la independencia de Colombia. Independencia que se venía gestando en los menos favorecidos de la naciente república, y digo naciente porque corresponde a un proceso y no un evento que se presentó porque sí, en un día. Para el próximo 7 de agosto tendremos la fecha en la que concluyó la gesta independentista – aparentemente – Lo comparo un poco con el proceso de cada joven colombiano que anhela como todo proceso lograr una emancipación.

La mía inició hace poco más de 3 años cuando decidí mudarme a Bogotá después de terminar con mis estudios de Derecho, la capital prometía ser un destino que recompensaría mi esfuerzo académico y que no me desampararía a nivel laboral. Sin embargo, los primeros meses fueron terribles, llenos de incertidumbres y zozobra. Con una capital fría y apenas una espuma como colchón – anécdota que conocen bien mis seres queridos y de la cual no me avergüenzo de relatar – al cabo del primer año y muchos esfuerzos mi ángel en el cielo se manifestó a través de mi ángel en la tierra mediante un cruce – aparentemente nuevamente – accidental.

Al conocer a esta nueva persona, que sin reparo me brindó toda la confianza que se le brinda a quién es tu hermano, comenzó un camino que no tenía trazado en mi mente, pero que sin duda marcaría un nuevo compás en mi vida, el servicio a los demás. Para el segundo año de mi vida capitalina estaba trabajando como abogado, mi primera experiencia que la comparo con sacar un pez de una pecera y echarlo a andar al mar. Las dificultades que esto acarrea son indescriptibles; para el tercer año los retos y sueños se incrementaron a tal punto que es inimaginable, desde mi decisión de independizarme y buscar un mejor futuro para mí y mi familia. Seguramente mi vida no fuese la misma en comparación con haber logrado un contrato laboral a termino indefinido o nombramiento en algún juzgado, la que era mi anterior meta.

Hoy mucho tiempo después decido escribir un mensaje esperanzador a todos esos jóvenes que, como yo, en algún momento han sentido la frustración de no despegar, seguramente la vida depara para ustedes el mismo destino que me encomendó a mi y es construir un sueño desde cero, desde los espacios académicos nos hacen creer que un diploma es la cúspide del éxito, cuando sólo es el primer paso en la consecución de objetivos. Por mi parte, ha sido un sueño en torno al servicio, mi rol social como abogado me obliga a servir a los demás y no a ser el más elegante, adinerado o inaccesible. Servir con fervor y pasión me ha abierto puertas impensables, no económicas porque sigo dependiendo mes a mes de mi trabajo, pero si de confianza que me llama a la mesura y sencillez.

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