El 18 de diciembre de 1966, Cartagena fue testigo de un suceso que aún resuena en la memoria de muchos. Luis Ríos, conocido como El Pinturero, era un joven torero español de apenas 21 años que buscaba impresionar al público cartagenero con una entrada sin igual: lanzarse en paracaídas desde un avión y aterrizar en el ruedo de la plaza de toros La Serrezuela. Sin embargo, el viento no estuvo de su lado. Desviado por las brisas decembrinas, El Pinturero terminó en las aguas del barrio El Cabrero, donde su paracaídas lo atrapó, sellando su destino trágico.
El torero luchó por liberarse en el mar, pero no lo logró. Fue rescatado por pescadores locales que intentaron reanimarlo sin éxito. Ya en la orilla, un médico intentó salvar su vida, pero fue demasiado tarde. La noticia de su muerte conmocionó a los presentes, mientras en La Serrezuela los aficionados esperaban su llegada al ruedo, sin saber lo que ocurría en las costas cercanas.
La promesa de su espectáculo dio paso a una conmoción colectiva, que culminó con su sepelio en el cementerio de Manga. En 1982, sus restos fueron repatriados a Galicia, cerrando así el capítulo de su corta pero impactante vida. A lo largo de los años, su historia ha sido fuente de inspiración para artistas como Enrique Grau y el poeta Gonzalo Arango, quienes inmortalizaron su trágico final.
Aquel salto, que debía consagrar a El Pinturero, fue una tragedia que marcó su historia para siempre. Aunque su osadía no tuvo el resultado esperado, su valentía quedó plasmada en el cuadro ‘La muerte del Pinturero’ y en la canción compuesta en su honor, piezas que hoy rememoran una de las más inusuales historias taurinas de la ciudad.
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Fuente. Las 2 Orillas.