Desde 1978, el Jardín Botánico de Cartagena, situado en las colinas de Turbaco, ha sido un espacio dedicado a la conservación y la paz natural. Este lugar, fundado en memoria de Guillermo Piñeres gracias a su esposa, María Jiménez de Piñeres, tiene como misión preservar el bosque seco tropical, un ecosistema escaso y de gran valor en el Caribe colombiano.

A lo largo de nueve hectáreas, el jardín es hogar de árboles majestuosos como el caracolí y el macondo. Al recorrer sus senderos, es habitual escuchar los llamados de los monos aulladores y el canto de aves tropicales. Además, un manantial atraviesa el lugar, dando vida a plantas y animales incluso en los meses más secos del año.

Más allá de su belleza natural, el Jardín Botánico cumple una labor esencial: bajo la dirección de la Fundación «Guillermo Piñeres«, se ha convertido en un centro de investigación que trabaja por la biodiversidad del Caribe colombiano. Sin embargo, enfrenta el reto de crecer en un entorno urbano, con recursos limitados y la presión de la expansión de la ciudad.

Este espacio verde simboliza el valor de la naturaleza y la urgencia de protegerla. El Jardín Botánico de Cartagena recuerda la importancia de preservar el medio ambiente y de valorar la vida silvestre que aún nos rodea. Un lugar que inspira, conecta y nos impulsa a cuidar lo que todavía es nuestro.

Para Cartagena, el Jardín Botánico representa un legado de conservación y un recordatorio de la importancia de cuidar el medio ambiente. Es un lugar que, lejos de ser un simple atractivo turístico, mantiene viva la conexión de la ciudad con su pasado natural y con su futuro ecológico.

Visitarlo es una opción para redescubrir la riqueza verde del Caribe y a valorar el esfuerzo por proteger lo que queda de la naturaleza en una Cartagena cada vez más moderna y desarrollada.
Fotos a quien le corresponda.