El empresario marroquinero Mario Hernández habló con Forbes sobre lo que significó para él la crisis global del Covid-19 y cómo logró convertirla en “el mejor momento” para su compañía.

«Perder para ganar» ha sido desde siempre una de las máximas de la vida de Mario Hernández. Él apuesta por ver siempre lo mejor entre lo peor. Solo así se explica que, a pesar de haber vivido los dos años más complejos para la economía del mundo en la historia reciente, el empresario santandereano diga que su compañía vive su mejor momento.

La pandemia es apenas un recuerdo de momentos difíciles, dice. La califica como una enseñanza y la oportunidad de oro que la vida le dio para vivir 15 meses aislado del mundo, en una casa campestre en Peñalisa (Antioquia), junto a su esposa Olga Lucia Olarte, quien falleció a inicios de este año.

 

En el trabajo

Aprovechó el aislamiento para delegar más funciones a su equipo administrativo, una tarea que le cuesta mucho, pues pasa más tiempo en su oficina en la zona industrial de Bogotá que en su propia casa.

“Mi gerente se empoderó. Me llamó un día y me dijo: ‘tenemos que liquidar gente’, yo solo le dije ‘haga lo que tenga que hacer, pero no vamos a liquidar a nadie’, recuerda. “Incluso si perdíamos plata, para mí mantener el trabajo era lo más importante. Hay que entender que como empresarios tenemos la responsabilidad de garantizarle sustento a la gente”.

A la fecha, la compañía emplea a 600 empleados directos y otros 1.500 indirectos, que trabajan para satélites y proveedores.

Luego de años en el sector industrial, construyendo una de las marcas insignias de Colombia en el mundo, dice haber entendido que “uno no trabaja para acumular dinero, sino porque hay un montón de personas que dependen de la continuidad de la empresa para vivir”.

Dice no tenerle miedo a las situaciones de crisis, como la que el mundo vive actualmente por cuenta del encarecimiento de insumos, la crisis de los contenedores y la inflación. “Cuando se encarece una cosa se encarece todo. El oro, por ejemplo, no ha hecho más que subir de precio en los últimos 20 años y aún así la gente sigue comprando joyas. Lo mismo va a pasar con las marcas de lujo”.

 

Mario Hernández en el mundo

En Colombia tiene 50 tiendas, 15 en Venezuela, una en Costa Rica, una en Panamá y una en Rusia, que opera bajo el modelo de franquicia.

En Estados Unidos y México tuvo que cerrar, pero, explica, ha hecho importantes inversiones en la que ahora considera su tienda más importante: el ecommerce.

“Esa fue una de las cosas buenas de la pandemia, nos enseñó que la tienda más grande e importante que tenemos es la digital y ahí es donde estamos haciendo los esfuerzos más grandes”.

El de Venezuela es su propio caso de estudio, pues aún con el régimen de Nicolás Maduro y la crisis económica de ese país, ha logrado mantener sus ventas; estas solo se redujeron un 10% de lo que se comercializaba hace 20 años.

En varias oportunidades el empresario ha dicho que esto se debe al estilo de vida de la clase pudiente que vive en ese país y a que implementó el dólar como divisa oficial para sus operaciones en esa nación.

 

¿Cómo nace la marca?

La marca lleva su nombre por accidente, cuenta. Porque cuando decidió expandirse al mundo, la agencia española que lo asesoraba en temas de publicidad le aconsejó que, como las mayores marcas de lujo, debía bautizarla con el nombre de su fundador.

“Esto nos puso al nivel que queríamos estar y desde ahí no hemos parado. Somos una marca colombiana que se está peleando con los gigantes europeos en los mercados globales, con la diferencia de que somos más baratos, aunque en el mercado colombiano no lo parezca”, comenta.

Dentro de ese proceso también tuvo que dar pasos hacia la búsqueda de insumos en el exterior y hoy el 50% de ellos provienen de países como China, donde fabrica maletas de viaje que no son de cuero; Brasil, donde produce zapatos; y Perú, desde donde llegan camisetas de algodón. Esto le ha valido críticas de quienes dicen que su marca de ‘made in Colombia’ ya no tiene mucho.

“Pero esto no es cierto. El diseño, la propiedad intelectual y el desarrollo es todo de talento colombiano. Todo lo que se hace en cuero sale de nuestra fábrica en Bogotá, de manos de artesanos. Tratamos de utilizar insumos colombianos, pero hay cosas que definitivamente no se encuentran, como cremalleras de la calidad que necesitamos para que nos permitan competir tanto en el mercado local como en el internacional”, explica.

 

 

Fuente: Forbes

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