Crónicas relatos de la barbarie de El Salado, primera parte

Por: Ronald García

Así, con una profunda tristeza impresa en sus ojos, Ladis Redondo Torres en entrevista reciente para el programa los informantes, relató los horrores de aquel 18 de febrero del año 2000. No era para más, vio cómo a su madre le destrozaron el rostro a punta de golpes, una líder comunitaria maestra de profesión y referencia del saber en la población salaera.

La abominable masacre del Salado una vergüenza de la historia reciente, pero necesaria de saber para que  no se vuelva a repetir. La masacre empezó exactamente el 16 de febrero, en los corregimientos veredas y caseríos circunvecinos del salado, es que la encerrona fue planeada de manera frívola y bestial como si de rebaños se tratase, en su camino la horda paramilitar fue degollando personas, con el solo hecho de  que alguno de los 450 hombres que acompañaron lo incursión paramilitar señalaran a una persona de colaborar con la guerrilla, esto bastaba para condenarlo a muerte; así pasaron por los sitios llamados:  Loma de las Vacas, y vereda El Balguero; Ovejas, corregimientos de Canutal y Canutalito, y veredas Pativaca, El Cielito y Bajo Grande; y Córdoba, vereda La Sierra.

Parece  que Dios se había venido en contra del saldo,  la Infantería de Marina, cuyo Batallón Nº 5 «Bafim Nº 5», tenía la competencia territorial y militar del área general de El Salado, no interfirió el avance paramilitar debido a que el dispositivo de presencia de aquel cuerpo en el territorio, había cambiado meses antes: dicho batallón había recibido órdenes del Comando de la Primera Brigada de Infantería de Marina sobre desarrollar operaciones en los municipios de Córdoba y Zambrano, lo cual implicó una cesión de su competencia militar sobre el territorio al Batallón de Contraguerrilla de Infantería de Marina Nº 31, que a su vez cambió su dispositivo militar el 15 de febrero de 2000, es decir, la víspera del inicio de la masacre; según cuentan un reconocido ganadero y político de la región Miguel Nule Amín se le habían perdido 400 cabezas de ganado en unas fincas ubicadas entre san Onofre y Tolú Viejo y presuntamente los responsables de  este robo era el frente 35 de las FARC. Por lo tanto el despliegue de la fuerzas militares fue destinado a cuidar los bienes del controvertido político y no la vida de los pobladores del salado y la de los pobladores circunvecinos.

El jolgorio de sangre empezó, cuando mataron al primer poblador, un joven que según se le había escapado en Zambrano. Fueron a la Casa de la cultura sacaron los instrumentos y empezaron a celebrar cada una de las muertes ahí perpetradas, como si de un festival se tratase, así transcurrieron dos largos días en los cuales el sol no volvió a asomar su rostro en la población salaera, y hoy su ambiente sigue siendo gris el salado nunca será lo que algún día fue.

Leer aquí Crónicas relatos de la barbarie de El Salado, última parte.

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