Apología a la esperanza

«Si algo está destinado a suceder, no tendrás que perseguirlo; ese algo te perseguirá a ti»; fue una frase anónima que encontré en una de tantas noches de melancolía, casi depresiva, mientras buscaba frases inspiradoras en la web que alentarán la poca esperanza que me quedaba dentro de una país donde la desigualdad alcanza niveles alarmantes y las oportunidades tienen nombre aún antes de que salgan las vacantes.

Pero precisamente esta concentración de riqueza en tan pocas manos; este latifundismo eterno qué desde la época colonial no hemos podido, o quizá querido, superar, el que impide que muchos jóvenes con talento, conocimiento y méritos obtengan buenos empleos, o, al menos, empleos dignos de ellos; mientras que personas con menos esfuerzo e incluso, en la mayoría de los casos, con menos aptitudes, pero con un apellido de mucho peso, obtienen los mejores cargos en las mejores empresas y entidades del país.

Y es que sí, debemos admitirlo, en la carrera de la vida hay personas que llevan ventaja heredada por una posición social, condición económica u otra similar, mientras otros corremos con un par de zapatos desgastados y el corazón lleno de sueños.

Con esto no quiero decir que las personas de la clase alto no sufren, ni más faltaba ser tan atrevida; pero ellos nunca sabrán que es trabajar más de diez horas por menos de un salario mínimo; no experimentarán la travesía que es tomar el transporte público en hora pico y celebrar la llegada al hogar como un acto de supervivencia humana; no conocen el extraordinario sabor que resulta de ligar la sopa con agua o con harina; y otros tantos privilegios reservados para la clase media y baja, de la que hace veintidós años soy miembro honorario. Y a mucho honor, pues estoy convencida de que el éxito no es cuestión de medallas, dinero o fama.

Por esto, no estoy de acuerdo con aquella frase anónima, pues está fuese posible en un país donde la educación, la ciencia, la tecnología y el deporte ‘mandaran la parada’, pero no en un país donde la meritocracia es reemplazada por las ‘palancas’.

Sin embargo, en medio de tanta desesperanza se me llena el corazón de alegría al ver a algún deportista, escritor, científico, empresario y hasta político, que a pesar de sus pocas posibilidades, logra superar los obstáculos que impone esta sociedad clasista y desigual, alcanzado la victoria, llenando de orgullo a los suyos.

Y es en estos, los jóvenes ‘menos favorecidos’, los luchadores incansables por el futuro, los que conocemos, por experiencia propia, las problemáticas sociales que más aquejan a la sociedad colombiana, en quiénes descansa mi esperanza por un mejor país.

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