Ángeles Somos: el Observatorio que preserva la tradición y apoya a la Infancia en Cartagena

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El Observatorio de Infancia y Adolescencia de Cartagena, conocido como “Ángeles Somos”, se ha convertido en un guardián de la tradición y en un pilar para el bienestar de los niños y adolescentes en la ciudad. Esta organización, que se dedica a proteger y promover los derechos de los más jóvenes, ha asumido también la responsabilidad de mantener viva una de las celebraciones más emblemáticas de Cartagena: “Ángeles Somos”.

Esta festividad, se ha transformado en una costumbre que une a la comunidad cartagenera, donde los niños recorren las calles cantando y recolectando alimentos para preparar un sancocho comunitario, reflejando los valores de solidaridad y unión que caracterizan a la ciudad.

En años recientes, esta tradición estuvo en riesgo de desaparecer, pero gracias al esfuerzo continuo del Observatorio de Infancia y Adolescencia, ha sido revitalizada y hoy es reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Nación. Este logro es resultado de una dedicación inquebrantable por parte de quienes dirigen el observatorio, enfocados no solo en mantener viva la cultura, sino también en apoyar el desarrollo integral de la juventud cartagenera.

La directora del observatorio, Rosa Díaz de Paniagua, ha sido una figura clave en este proceso, guiando las iniciativas que buscan tanto preservar la tradición como fortalecer el tejido social de la ciudad a través de actividades culturales y educativas.

Con las festividades de noviembre, cuando Cartagena conmemora su independencia, “Ángeles Somos” cobra especial relevancia. Esta celebración no solo representa una conexión con las raíces culturales de la ciudad, sino que también sirve como un recordatorio del compromiso de la comunidad con sus jóvenes y su futuro. Gracias a la labor del Observatorio de Infancia y Adolescencia, “Ángeles Somos” sigue siendo un evento vital que celebra la identidad de Cartagena mientras se enfoca en el bienestar de su infancia.

Créditos: ilustración de Miguel Yein, tomada de una crónica de Alberto Salcedo Ramos

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