William Dau: un alcalde preso de su lengua

Por Jose Vicente Figueroa

No había escrito sobre el alcalde electo con anterioridad evitando ser acusado por él mismo como periodista corrupto-lame botas de los García/turco/Dumek. Algo parecido a sus acusaciones en general. Sin embargo, nada habré de temer porque, primero, no soy periodista ni parecido, sino apenas un ciudadano común con interés en el arte y la política, y segundo porque lo más cerca que he estado del perdedor Tirado ha sido en el zoológico de Barranquilla ante la jaula de un león desahuciado por la soledad.

Siendo clara mi posición, me permito comentar que tengo severas dudas sobre el presunto salvador de la ciudad. Primero, tendremos dos alcaldes: uno interino, Claudia Fedul –reconocida además por su ética y profesionalismo en lo público- y otro externo como Dau que pensará a la ciudad. En otras palabras: Claudia que apague los incendios mientras William reflexiona sobre la esencia del fuego. ¿Es esto, querido lector, el cumplimiento del Filósofo-rey de Platón? De serlo, pronto cambiaremos el español por el griego y la champeta por el folclor mediterráneo.

Segundo, parece que Dau tiene serios problemas con la extensión de su lengua. Su experiencia como activista anticorrupción lo adoctrinó hacia la denuncia desmedida que poco es fructífera en la gobernabilidad. El alcalde, debe comprenderlo, fue escogido para transformar el rumbo de una ciudad sumida en la pobreza, la inequidad y la corrupción, y no para desatar guerras civiles con los malandrines de siempre. Y de intentarlo, temo decir, acabará cumpliendo su mandato en prisión, a la vez que Tirado se inventa nuevos mecanismos para autoproclamarse mesías tal como nuestro vecino Guaidó.

Tercero, es difuso su plan de gobierno. A diferencia del excesivo deseo por las cosas gratis de su contrincante, Dau escribió tres hojas, quizás apurado y con desgana, en donde poco a nada describía su posición frente a los retos sociales de la ciudad más desigual del país. Tres hojitas exponiendo futuras obras como la danza anti-corrupción y la tertulia anti-malandrines en la plaza de la aduana. Tres hojitas que reflejan, de hecho, la simpleza en medio de la complejidad de la cartageneidad. Eso o quizás este pedazo de tierra es tan predecible y sencillo de solucionar como la concesión de los peajes internos.

Sin embargo, yo quisiera ser amigo de William para invitarle a unas cervezas en mochona y camiseta en medio de la multitud anónima de la plaza trinidad. Esto, por supuesto, para sacarle algunas palabras y lograr entender su visión política. Preguntarle, de inmediato, si se opondrá al alza de los 600 pesos de transcaribe y la continuidad de los peajes, así como sus propuestas generales en movilidad, turismo y cultura en esta isla detenida en su tiempo. ¡Todos queremos escuchar del salvador! Pero esta vez, aclaro, en frente de la cámara de su teléfono con planes concretos para apagar/concluir las llamas de este infierno que llamamos hogar.

Jose Vicente Figueroa

Comparte esta noticia

Suscríbete

Al presionar el botón de suscripción, confirmas que aceptas nuestra Política de Privacidad.
Publicidad