La fotografía que acompaña esta nota es un testimonio visual invaluable que documenta un momento crucial en la historia de Cartagena. En la imagen se observa una sección de la muralla antes de ser demolida, una estructura que, durante siglos, cumplió un papel esencial en la defensa de la ciudad. A la derecha de la fotografía se destaca una garita que formaba parte de la muralla, y que, lamentablemente, ya no existe en la zona de la Torre del Reloj. Este elemento, junto con la muralla misma, representa un legado arquitectónico que ha desaparecido con el paso del tiempo, dejando una huella en el recuerdo colectivo de los cartageneros.
Luego del esplendor de ‘La Heroica’, a mediados del siglo XVIII, la modernidad comenzó a poner en jaque la majestuosa estructura de las murallas de Cartagena. La fortificación que se había ideado con el objetivo de defender la ciudad de ataques piratas y otras amenazas, poco a poco perdió su función ante el avance de la ciudad y los cambios en las dinámicas sociales y económicas. A medida que el tiempo avanzaba, la muralla comenzó a ser vista como un obstáculo para el crecimiento y desarrollo urbano.
Fue a inicios del siglo XX cuando los gobernantes de la ciudad, entre ellos el alcalde Enrique Grau Vélez, consideraron que las murallas ya no cumplían con la función para la que fueron construidas. La estructura, que en su momento fue un emblema de resistencia y seguridad, se encontraba en un estado de deterioro considerable, y se veía más como un estorbo para el progreso de la ciudad. En este contexto, y con el aplauso generalizado de la comunidad, se ordenó la demolición de una parte significativa de la muralla, específicamente la sección ubicada entre la Boca del Puente