Por Ronal García 

Primera parte, una guerra que no era nuestra

Tal vez nadie imaginaría que para el nuevo milenio el país viviera una de las masacres más cruentas de nuestra historia contemporánea; la masacre de El Salado fue una de las escaladas violentas del paramilitarismo en los montes de María, para el año de 1999 y 2001 esta región ubicada al norte del país registro 42 masacres, dejando como saldo 354 víctimas fatales.

Los grupos paramilitares utilizaron las masacres como medio de dominación social, su expansión se haría más evidente, a luz de las complicidades de sectores sociales e institucionales. El hecho que un actor armado en un determinado territorio predomine, deriva en dos situaciones: puede dar lugar, en unos casos, a la militancia forzada o a medidas restrictivas aplicadas a los pobladores, y, en otros casos, puede alimentar retaliaciones por parte de otras organizaciones.

El Salado no fue la excepción así se planeó la masacre.

El Salado es un corregimiento del municipio de El Carmen de Bolívar, en la subregión de los Montes de María. Fue fundado en 1812 y es conocido como la capital tabacalera de la Costa Caribe, se convirtió en el corregimiento más grande y más próspero de dicho municipio.

Los jefes paramilitares del Bloque Norte, Salvatore Mancuso y Rodrigo Tovar Pupo, alias “Jorge 40”, así como John Henao, alias “H2”, delegado de Carlos Castaño, se reunieron en la finca el Avión, jurisdicción del municipio de Sabanas de San Ángel en el departamento de Magdalena, con el fin de planear la masacre. El hecho fue perpetrado por 450 paramilitares, dividido en tres grupos el primero de ellos entro por el municipio de San Pedro hacia los corregimientos Canutal, Canutalito y zonas rurales del corregimiento Flor de Monte que comunican con el casco urbano del corregimiento El Salado, comandado por John Jairo Esquivel, alias “El Tigre”, comandante paramilitar del departamento del Cesar que operaba bajo el mando de alias “Jorge 40”. Este grupo fue apoyado por paramilitares de otras agrupaciones de San Onofre y El Guamo que operaban en los Montes de María como parte del Frente Rito Antonio Ochoa desde el año 1997, comandados respectivamente por Rodrigo Mercado Peluffo, alias “Cadena”, y por alias “El Gallo”. Se han reconocido como guías alias “Abelino” y “El Negro Mosquera”, desertores de las FARC, y Domingo Ezequiel Salcedo, habitante del corregimiento de Canutalito, el cual fue capturado e incorporado para señalar a las víctimas a cambio de su vida, y continuó militando con aquellos, hasta que fue capturado.

El segundo grupo, bajo el mando de Édgar Córdoba Trujillo, alias “Cinco Siete” incursionó por el municipio de Zambrano a través de la vía que comunica con el corregimiento El Salado, y el tercer grupo incursionó por la vía que comunica a El Salado con el casco urbano de El Carmen de Bolívar. Estaba comandado por Luis Francisco Robles, alias «Amaury», ex suboficial de las Fuerzas Especiales del Ejército, quien había sido reclutado por Carlos Castaño luego de que se fugara de una guarnición militar en febrero de 1998 cuando estaba siendo juzgado por asesinato.

La orden era asesinar a los colaboradores de la guerrilla, así mismo a quien opusiere resistencia, y evacuar el ganado existente en el territorio bajo la presunción de que había sido robado por la guerrilla.

En la segunda parte, revelaremos que pasó aquel 16 al 21 febrero del año 2000, en el corregimiento del salado.