Imagen de referencia.
Los colegios de “banquito” son parte de la historia educativa de Colombia, más aún en las zonas rurales donde el acceso a instalaciones educativas como a las de hoy en día solo eran solo anhelos.
Por lo anterior, se puede decir que estos centros educativos, en su mayoría formados por grupos reducidos y el modelo de un solo docente para todas las áreas, surgieron como una solución para llevar la educación a zonas periféricas, donde el acceso a escuelas convencionales era limitado.
Los alumnos, se apoyaban de una cartilla muy recordada por las generaciones de esas épocas que se llama “Alegría de Leer”, en la que daban sus primeros pasos en fonética para aprender a leer y a familiarizarse con el lenguaje.
Por otro lado, el término “banquito” hace referencia a las bancas o asientos bastos hechos en madera donde se sentaban los alumnos. Ahora bien, describiendo el sitio en que se impartían estas clases, eran espacios improvisados como ranchos, patios, incluso bajo árboles.
Sin duda, este modelo educativo, aunque era muy rudimentario, fue esencial para garantizar que miles de niños por lo menos pudieran recibir educación básica, en un país que en la actualidad aun existen las mismas barreras educativas de épocas anteriores.
Sin embargo, con todas esas limitaciones, los colegios de banquito ayudaron al desarrollo de muchos regiones, donde formaron a generaciones a través de la educación y que de alguna forma u otra gracias a esa misma educación, lograron mejorar su calidad de vida y ser activos sociales.
Ahora bien, los docentes y su esfuerzo también es de admirar, pues, muchos provenían de estas mismas comunidades y que ellos mismos se apersonaban de la situación, lo que fue clave para mantener viva esta tradición educativa.
Con el pasar de los años, los colegios de banquito han ido desapareciendo paulatinamente en la medida en que el gobierno empieza a construir escuelas formales y a implementar programas educativos con mayor cobertura.
Actualmente, los colegios de banquito son recordados con especial nostalgia, por ello, su legado perdura en la memoria de quienes crecieron en estos entornos y en la historia de la educación rural en Colombia.