Por: Daniel Herrera Blanco

La guerra contra las drogas es de nunca acabar, recién el presidente Trump dijo refiriéndose a Iván Duque que “Es un buen tipo, pero no ha hecho nada por nosotros, están llegando más drogas”, pero ¿es esto cierto?, no se supone que el presidente tiene entre los pilares de su política de gobierno la de “el que la hace la paga” y ¿la lucha contra el narcotráfico?, al final de esta columna se darán cuenta que todo este tiempo se la fumaron verde.

Las drogas, uno de los 4 jinetes del apocalipsis de Colombia y Latinoamérica, junto a la violencia, la ignorancia y la corrupción. Se han invertido millones en tratar de acabar con este cáncer. A pesar de que han logrado acabar con muchos de los capos, sucede lo mismo que con la Hidra de Lerna; al cortar una cabeza le salen 2 más, tal cual como pasó al matar a Pablo Escobar, al instante el cartel de Cali, la guerrilla y los paramilitares estaban listos para tomar su lugar en el negocio.

En medio de este conflicto hay muchos protagonistas involucrados, como los consumidores, los campesinos, los traficantes, las guerrillas (en el caso colombiano), los micro traficantes y el Estado, todo esto en tan solo 3 meses del 2018 había dejado 3.493 asesinatos.

Empero, ¿dónde queda la lucha contra el narcotráfico de la que tanto se habla?, además de la caza y persecución de los cabecillas, el nuevo gobierno llegó RECARGADO, con políticas “nuevas”, llenas de todo el aire “fresh” que se veía en el joven candidato del Centro Democrático con su estandarte de quitar la dosis mínima para así acabar con el negocio de los jíbaros que amenazan a los niños y niñas de Colombia, una política de prohibición vieja y fracasada. Mostrando que es un político joven con ideas viejas, para que nunca se les olvide; juventud no significa necesariamente pensar como joven.

A posteriori nos dimos cuenta de que este decreto, con el que el presidente prohibía el porte de sustancias psicoactivas, no hizo que se redujera el consumo, de hecho, hizo que el valor de la droga subiera de precio haciendo así que los jíbaros no tengan que vender más para ganar más. Un ofertón, además de eso trajo consigo la criminalización del consumidor, haciendo así que se vea al consumidor como un peligro para la sociedad, aunque el 90% de los consumidores no son adictos, solo consumidores ocasionales que no generan problemas de orden público, por lo que generalizarlos es como decir que toda persona que tome cerveza es alcohólica, peleonera, maltratadora y está fuera de control. Absurdo, ¿cierto?

Entonces…usted me dirá ¿Qué podremos hacer entonces?, ¿quién vendrá a rescatarnos? y no, esta vez no será el Chapulín Colorado sino la legalización, la cual se muestra como la mejor alternativa, la cual ha sido tomada por países como Canadá, Uruguay, Holanda, Portugal y estados de Estados Unidos como lo son California, Alaska, Colorado, Massachusetts, Washington, Nevada y Vernon.

Ahora, no hará falta la señora que lea esta columna y pegue el grito al aire de “¡INCONCIENTES, ESO NO LE GUSTA AL SEÑOR! ¿ACASO NO VEN EL DAÑO QUE LE HACEN A LA JUVENTUD?” y yo le diré parafraseando un poco al mítico personaje Cartagenero, Uso Carruso “Señora, cálmese”.

Lo que sucede es que en estos países el gobierno le supo sacar provecho a este mercado, el cual antes era ilegal e informal, para así abrirle paso a toda una industria que resuelve los principales problemas que existen con la marihuana (la droga más consumida en el mundo luego del alcohol y el tabaco), ¿el quién?, ¿el cómo? y el ¿dónde puede venderlas?, naciendo así muchas coffeeshops, las cuales venden un producto mucho más limpio que el que se encuentra hoy en día en las calles de Colombia (lo que en realidad no es marihuana pura sino krippy, una mezcla de químicos y todo tipo de porquerías, las cuales hacen peligrosa a la sustancia) o siendo más específicos de Cartagena, ciudad en donde la persona que menos esperas te puede vender Marihuana, ciudad en la que menores de 10 años que viven en Caletas como las de Rincón Guapo, el barrio Chino o cerca de ollas repletas de agrupaciones de microtráfico como en Getsemaní, se rebuscan haciendo de mensajeros entre el traficante y el consumidor, siendo así parte de una red delincuencial, es importante aclarar que casi la totalidad de estos niños son obligados o influenciados por sus familiares a realizar estas acciones.

Aquí unas pequeñas diferencias entre estas caletas y las coffeeshops:

La legalización ya no se ve tan mal, ¿cierto?, eso sin tener en cuenta a los campesinos, los cuales se ven obligados a sembrar cannabis o coca para como lo dejó en claro la periodista Valeria Santos en su investigación, poder pagar con estos productos la canasta familiar, las vacunas y la supervivencia de sus familias, sin otra alternativa viven de este medio, siendo criminalizados, perseguidos y posteriormente con la otra estrategia “del carajo” del gobierno fumigados con glifosato así dañando las tierras, los cultivos lícitos y también poniendo en alto riesgo a toda la comunidad de estas regiones debido a que el glifosato puede ser cancerígeno. Para rematar déjenme decirles que el 70% de las ganancias de la producción y distribución de drogas se queda en el extranjero, Repaila.

Ahora imagínense al campesino vendiendo sus productos legales o trabajando para una industria legal y que daría al estado muchos impuestos, tal cual pasa en todos los países en los que está legalizada.

La legalización, además de todo estos beneficios para los consumidores directos y que acaba con gran parte del negocio de narcotraficantes, permite la investigación científica y el uso medicinal de productos hechos a base de marihuana o cáñamo (otro de los nombres del cannabis), los cuales tienen propiedades que pueden servir de mucho a la medicina moderna, como la disminución de la velocidad en el crecimiento de tumores, ayuda a prevenir el Alzheimer, alivia los síntomas de enfermedades crónicas, previene convulsiones (como el caso de Graciela Elizalde Benavides, una niña que tenía 400 convulsiones al día y ahora tiene máximo 10, con un suplemento hecho a base de cáñamo).

Graciela Elizalde Benavides, junto a sus padres.

No se coman el cuento chino de que Trump regaña a Duque solo porque le emberraca que esté llegando más “merca” a su país, hay que tener en cuenta que estamos en medio de un debate a nivel nacional acerca del uso o no de la aspersión con glifosato en cultivos ilícitos y este puede ser uno de los argumentos, esa pisquita de azúcar para que el gobierno consiga que sea permitida esta práctica.

Mis estimados, si creen que la prohibición es la solución, lean un poquito lo que pasó en USA luego de la prohibición del alcohol en la década de los años 20 e inicios de los años 30. Prohibir no acaba con el problema, lo agrava.

Permítanme decirles que si aún creen que con estas políticas de gobierno van a acabar con narcotráfico, se la fumaron verde.

 

 

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