Que todo cambie para que nada siga como está

Un partido político, tal como su nombre lo dice, aspira a representar a una parte de la sociedad, llámense esa parte empresarios, trabajadores, terratenientes, campesinos etc… Aspirar a representarla políticamente significa luchar por acceder al poder para lograr sus aspiraciones, satisfacer sus necesidades o demandas. Por ejemplo, en el caso de los terratenientes, mantener el régimen del latifundio y semifeudal, en el caso de los empresarios establecer un régimen de mercado con poca carga, los trabajadores más derechos y garantías laborales, los campesinos la abolición del régimen terrateniente y semifeudal.

Muy cierto es lo que afirmaba Hector Valencia; en la mayoría de los casos aquellos partidos que representan el establecimiento, no revelan sus aspiraciones abiertamente, lo suelen hacer con su actuar político, por ejemplo: para nadie es un secreto que tanto campesinos y terratenientes son partidarios de la propiedad privada sobre la tierra, aun así mientras el campesino medio demanda una distribución de la tierra para producirla y vivir de ella, el terrateniente o latifundista demanda la defensa de la alta concentración de la tierra, dedicada a la especulación o ganadería, y no a la producción alimentaria. Como vemos, los últimos disfrazan su defensa del régimen de defensa de la propiedad privada capitalista, aunque su defensa contenga grandes contradicciones con el capitalismo. Esta ha sido desde el principio de los tiempos la verdadera naturaleza los partidos políticos; la toma del poder, o conservación de este, por determinada clase o sector de la sociedad para satisfacer sus intereses.

Ahora bien, se hace  necesario distinguir entre el poder y el gobierno, puesto que determinados representantes de un sector de la sociedad pueden acceder al gobierno pero eso no le garantiza el acceso al poder. Ya que este es la capacidad de dirigir el estado para lograr determinados fines, o aspiraciones, mientras que el gobierno comprende las instituciones u órganos que conforman el estado, es decir, representantes de un sector de la sociedad pueden ocupar cierto número de ministerios y entidades, incluso gobernaciones, pero eso no significa que se alcance cuanto menos mejoras para el sector que representa.

La crisis actual de partidos pasa por un lado en el descredito de la clase política y, por el otro, en el de los partidos que se dicen alternativos; estos han aceptado, o cuando menos apoyado –salvo a Alvaro Uribe- el gobierno de turno, por más impopular que este sea, pintando dicho apoyo gobiernista de un fin noble. Si algo caracteriza a una buena parte de la izquierda es su gran capacidad crítica, pero la crítica cuando no va acompañada con hechos, cae en la incoherencia, y finalmente también en el descredito.

Esta cooperación entre establecimiento y antiestablecimiento, es el reflejo de la decadencia por parte de un sector y de la debilidad ideológica del otro. Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie decía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en una de sus obras, y es lo que vemos en la realidad colombiana. Si el establecimiento abre sus puertas para que candidatos alternativos hagan parte del gobierno, Decía Carlos Gaviria, es porque ese candidato es funcional a los intereses del establecimiento. Porque así se puede presentar la democracia y la sociedad colombianas tan abiertas que hasta una persona de izquierda (…) puede ganar unas elecciones. O hacer parte del gobierno de turno.

Es así como todo cambia y todo permanece igual al mismo tiempo, y es de esta manera es como el establecimiento defiende abiertamente un régimen que parece plural y democrático, pero que al igual que en el ejemplo de los terratenientes y campesinos, encarna el ancla para mantener al país postrado en el mismo régimen que existe desde la independencia, que también engendra contradicciones con la pluralidad y la democracia real.

Mientras existan partidos políticos alternativos, desorganizados ideológicamente, con filas abiertas, temerosos de ser tachados de sectarios por el establecimiento, incapaces de luchar por el poder, avaros de estar en el gobierno, seguiremos con máquinas de avales en un lado y con organizaciones de críticos inconsecuentes por otro, ambos en el descredito manteniendo el régimen que nos ha impedido avanzar al progreso, a la democracia y al capitalismo. Necesitamos partidos alternativos verdaderamente organizados, dispuestos a representar a sectores de la sociedad, con aspiraciones de tener el poder y no de hacer parte del gobierno. Solo así podremos cambiar todo, para que nada siga como esta.

Moises Anaya Villadiego
Estudiante de Derecho
Universidad de Cartagena
@_Moisesv

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