“Es la hora para desactivar los odios y renunciar a las venganzas…”, Papa Francisco.
Por Álvaro Morales de León
Solo han pasado un poco más de diez días y los encuentros reconciliatorios que han girado alrededor del electo presidente, doctor Gustavo Petro Urrego, con fuerzas políticas disímiles a su pensamiento político y a sus propuestas han dado para diversas opiniones y versiones.
Para la mayoría de los colombianos, son encuentros muy esperanzadores para restablecer la quebrantada unidad nacional; para otros, afortunadamente, pocos, son como especie de una “encerrona” unanimista que el nuevo Presidente está aprovechando para lograr las mayorías en el Congreso, viéndolos igualmente, según estos pocos, como traición a las causas sociales defendidas por Petro, ante lo cual estamos convencidos que ni unanimismo ni traición tienen cabida en la intencionalidad ni en el modelo de gobierno con el que el nuevo Presidente de los colombianos se propone gobernar.
Probablemente muchos serán los colombianos que aún no se hayan desprendido totalmente ni despojado del ímpetu violento y guerrerista que han dejado en nuestra patria los últimos 70 años de confrontación bélica como nos lo acaba de recordar el Padre Francisco de Roux con la divulgación de las memorias de la guerra, elaboradas por la Comisión de la Verdad, en virtud de lo establecido en los Acuerdos de Paz de La Habana.
Actualmente no siguen siendo pocos los colombianos para los que aún el estado de conflicto, pugnacidad, oposición, confrontaciones y contiendas, sigue siendo el estado ideal, porque entre otras cosas, es el estado en el que les conviene estar; a diferencia de una gran mayoría de ciudadanos que, cansados del conflicto, de la hostilidad y de la enemistad prefieren la reconciliación a la rivalidad y a las malquerencias.
El nuevo Presidente, hasta ahora, ha llamado a la reconciliación, por el bien, la unidad y el progreso del país, a diversos partidos y movimientos políticos, en otrora, sus antagonistas y rivales; así como también lo ha hecho con dirigentes que en un pasado fueron sus contradictores políticos y hasta personales, enmarcado todo dentro del modelo de la Colombia Humana que identifica su ideal.
También de manera novedosa ha prometido el nuevo Presidente, y de manera novedosa, no extraditar a los Estados Unidos a los narcotraficantes colombianos que se sometan a la justicia colombiana, en el proceso que él ha llamado “desmantelamiento pacífico del narcotráfico”.
En Colombia, se vislumbra, como ocurrió en Sudáfrica, que este modelo de reconciliación que ha puesto en práctica el nuevo Presidente, redundará en paz y progreso para el país, indudablemente.
Las inquietudes políticas del hoy Presidente electo de los colombianos por las injusticias sociales, la desigualdad y la corrupción gubernamental las volcó en el insurgente movimiento M-19 cuando escasamente llegando a los 17 años de edad ingresó a él como militante con el nombre de Andrés Aureliano, en honor al coronel Aureliano Buendía, personaje de “Cien años de soledad” que tanto admiraba.
Mientras en Colombia, a Petro, con 62 años de edad ha alcanzado la Presidencia de la República, le tocó en el año 1985, con 25 años de edad, pagar 16 meses de cárcel en la Picota de Bogotá por causa de sus ideales políticos; en Sudáfrica, Nelson Mandela, con 46 años de edad, por causa de su lucha contra el colonialismo británico y la segregación racial pagó 27 años de cárcel, en las peores condiciones, para posteriormente, en el año 1994, ya en libertad y con 76 años de edad ser el Presidente de su nación.
Finalmente, cuando Mandela, abogado, político y filántropo en 1990 recuperó la libertad y en 1993 es galardonado con el Nobel de Paz pasó a ser en 1994 Presidente de su país procurando con éxito unir y reconstruir a su quebrantada y desunida nación empleando, como lo está haciendo el electo presidente, Gustavo Petro, el dialogo, la reconciliación, el perdón, así como el rechazo a la venganza.
*Columna de opinión. Las opiniones no representan los valores, conceptos y/o postura del periódico.