«El que ha superado sus miedos será verdaderamente libre”, Aristóteles.
Por Alvaro Morales de León
Hace algo así como 60 años cuando Darío Echandía, el chaparraluno ex designado, expresidente y sobresaliente dirigente liberal dijo, sin equivocarse y casi que profetizando, que “Colombia es un país de Cafres”, expresión que nosotros, como en otros países de la cuenca del Caribe, entendemos como definición de una mala persona, un delincuente, o una persona de baja capacidad intelectual.
Todos estos epítetos expresados por Echandía contra la clase politica de aquella época, permanecen y me atrevo a asegurar que le siguen quedando “como anillo al dedo” a gran parte de la actual y mal llamada dirigencia politica de Colombia.
Si partimos desde el año de la promulgación de la nueva Constitución Política, la del 91, son, en mayoría, los presidentes que ha tenido Colombia desde esa época merecedores de este despectivo apelativo de ser cafres, sobre todo por sus nocivas actuaciones contra el pueblo y contra el país.
Por orden cronológico el expresidente Cesar Gaviria encabeza, indiscutiblemente, este listado de cafres por haber traicionado durante su gobierno el pensamiento de Luis Carlos Galán, su mentor político y conducir el país a la quiebra y a la ruina del sector agropecuario gracias a su asesina política neoliberal implementada con la desalmada llamada apertura económica.
El gobierno que Gaviria Trujillo identificó con el rótulo de “Revolcón”, fue real y verdaderamente, el gobierno del apagón, dado al racionamiento energético que por casi un año nos sometió el gobierno nacional debido a la debilidad del sistema hidroeléctrico y su incapacidad para enfrentar los embates del Fenómeno del Niño y la escasez de agua en los embalses necesarios para la generación de energía hidroeléctrica.
Para el cafre de “El revolcón” no hay que dejarle pasar por alto el contentamiento y las manos suaves con que en su momento trató al narcotraficante Pablo Escobar permitiéndole en Envigado, su guarida delincuencial, la construcción de “La Catedral”, su propia cárcel, donde los lujos y comodidades sobreabundaban, y donde el prisionero disponía de su propio horario para entrar y salir del reclusorio.
Del “revolcón” de Gaviria pasamos al “Cambio para construir la paz”, el lema del gobierno de este Cafre expresidente, Andrés Pastrana, quien durante su gobierno, para salvar a sus amigos del sector financiero, en 1998, “le clavó” a los colombianos el injusto cobro del 2 por mil por todo tipo de transacción financiera, lo cual prometió “el cafre” de turno llevarlo solamente hasta el 31 de diciembre de 1999, pero a pesar de la promesa, hoy, pasados 24 años, no solo se incumplió con eliminarlo, sino que por el contrario hoy lo tenemos duplicados en el 4 por mil.
De mencionar en cuanto al gobierno de este Cafre, es de recordar su fracasado proceso de paz con las Farc, el cual tuvo como puntos relevantes del fracaso, la silla vacía que le dejó “Tirofijo” así como los peligrosos 42.000 kilómetros cuadrados que despejados y durante casi cuatro años le entregó a las Farc en la zona del Caguán.
Ahora entramos en los terrenos del campeón de los Cafres, el expresidente Alvaro Uribe Vélez y sus 6.402 asesinatos de civiles indefensos conocidos como “falsos positivos”, las chuzadas a congresistas, magistrados y políticos, el perfilamiento a civiles, el Agro Ingreso Seguro, el asesinato del alcalde de El Roble en sucre, la tentativa de reelegirse por segunda vez procurando violar la Constitución originando el famoso y escandaloso caso de la “Yidis Política”, y la condena por corrupción y otros delitos a la mayoría del gabinete que lo acompañó en sus dos periodos, etc.
Y para cerrar, Duque, otro Cafre que casi quiebra al país y a los colombianos con sus medidas económicas, sus reveses políticos y su intentona de hacer trizas los Acuerdos de Paz, su abierta intromisión en las campañas políticas y por su permanente e ilegal intromisión en los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Finalmente, Echandía acertó, Colombia siempre ha sido un país de cafres, cafres de la politica que aún persisten, desgraciadamente.