Elusión y evasión: los monstruos del sistema

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Los pronunciamientos por parte de Alberto Carrasquilla, actual Ministro de Hacienda del Gobierno Duque con respecto al tema tributario en Colombia, han dejado un mal sabor de boca a la gran mayoría de la opinión pública. Tanto así, que muchos se encuentran inconformes ante la propuesta conminatoria del Ministro, en gran parte, hacia las personas naturales del país, con subir sus impuestos y bajar los impuestos de las industrias empresariales, para con ello solventar en gran medida, el déficit fiscal por el que atraviesa la nación. Pero esa no es la salida, ni el meollo del asunto.

Los argumentos del Sr. Carrasquilla se sustentan en las cifras suministradas recientemente en donde se evidencia una caída de 4,8 % en 2012 a 3,5% en el año cursante del MFMP (Marco fiscal a medio plazo). Esto implica una pérdida capitalizada en el país de entre 295 billones (descontando al 15%) y 540 billones de pesos (descontando al 5%) que afecta en gran medida la capacidad del país a nivel fiscal.

Cifras en las que se expone de groso modo los evidentes problemas a nivel económico en los que se encuentra el país, abonando a eso la desaceleración del PIB (Producto Interno Bruto) en donde el país creció en un 1,8 % en el 2017 durante sus primeros meses y luego decreció, acelerando al 1,6% en ese mismo año.

Pero ministro, si bien se le acepta el esfuerzo por buscar una salida a la crisis con ideas que llamen a la equidad,  la reactivación de la economía y reformas económicas, atacar el bolsillo de los colombianos del rebusque, del día a día -que son la mayoría-  y de la canasta básica con el 19% del IVA al cuello, con más impuestos más elevados y liberar de los “injustos tributos” a las grandes compañías de la industria empresarial, con impuestos más bajos para que no se vea amenazada su productividad e inversión en el territorio nacional, está lejos de ser la gran solución.

Sin duda en Colombia se necesita una reforma tributaria, pero no una por si sola y menos bajo esos lineamientos sustentados en eufemismos de “equidad”. La reforma tributaria debe ir de la mano con una reforma a la justicia encaminada a dos objetivos principales: la búsqueda por una mayor reputación de las instituciones nacionales y una mejor ejecución de control y justicia que acabe con los problemas acarreados por la evasión y la elusión, además de los muchos beneficios tributarios que producen el germen de la corrupción de parte y parte. Eso es lo que hay que atacar.

Según cálculos de la dirección de impuestos y aduanas nacionales y de un estudio sobre cuanto tributan efectivamente el consumo, el trabajo y el capital en Colombia, sólo la evasión, aquella practica muy utilizada por la industria empresarial como también por las personas naturales, con el propósito de evitar sus obligaciones tributarias, ascendió a 5,6 % del PIB en 2016 y en el 2017 las pérdidas fueron por 8,5 billones de pesos, sólo en impuestos a la gasolina. -Para tomar un ejemplo de un sector económico- Lo cual demuestra que las reformas tributarias ya empleadas no han sido rigurosas en este tema y han provocado la pérdida importante de capital.

Además, – y continúan las cifras- en el primer trimestre del año 2016 el recaudo de impuestos llegó a $74,4 billones de pesos, cuando la meta de recaudo oscilaba entre los 135,27 billones a nivel general. Dejando un hueco de 60,9 billones. Y en el año cursante, si sólo tomamos un sector de la tributación nos daremos cuenta que únicamente en el SOAT se pierden 2,3 billones de pesos.

El estado pierde fortunas a raíz de la corrupción. Tanto personas naturales como los dirigentes de grandes empresas no creen en las regulaciones. La única manera Ministro, de recuperar la economía del país, es devolviendo la calidad a las instituciones. Recuperando la credibilidad política, judicial, para producir tranquilidad a las industrias empresariales, porque el monstruo de la ilegalidad y la corrupción están dentro del sistema. Se hace necesaria una reforma tributaria. Se hacen necesarios mejores instrumentos para evitar la evasión, la elusión y los beneficios tributarios a las industrias que no asuman ningún soporte técnico. Tres tristes realidades que producen fallos en nuestra economía.

Por último, Ministro y no menos importante, no olvidemos que para impulsar el desarrollo del país se debe priorizar la inversión en educación. La diferencia entre los países desarrollados y el nuestro Ministro no es únicamente la carga tributaria, lo es también el valor que esos países le dan al fomento del capital humano. Sin educación no van a ver mejores profesionales que impulsen de mejor manera la economía del país. Se debe sin duda contar con conocimientos avanzados para una excelente producción y una muy buena distribución de bienes y servicios. La única forma es a través de la educación para poder tener mejores prácticas empresariales si así se quiere y  de reformar las instituciones para que ejerzan verdadero control, y así lograr suplir de manera certera, bajo los parámetros de  equidad que tanto usted profesa, de reactivación económica y reformas de fondo, el gran déficit fiscal que tiene hundido el desarrollo del país.

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