Por Yanina Bravo Guevara

Vamos hacer cocadas para que salgan a vender y tengan moneditas -decía mi abuela- y todos sus nietos corríamos tras ella, para ayudarle en aquella, para nosotros, alegre labor,  donde la abuela, encomendaba a cada uno de sus nietos una responsabilidad individual, uno rayaba el coco, otro debía poner la olla, otro organizar la mesa, pero todos al compás de ella asumíamos nuestro rol, para conseguir el éxito y la recompensa al final.

Esta insigne tradición familiar se ponía en práctica en temporadas específicas como Semana Santa y vacaciones en casa, como una tradición que era forma de persuadir el aburrimiento  y otros aspectos de pérdidas del tiempo, a sabiendas también que una buena unidad radica necesariamente en que no haya solo uniformidad sino que las partes, tengan roles o responsabilidades diferentes por una misma causa o crisis.

Crisis; término que nos ha estado asechando sin cesar, en estos tiempos. Hipócrates plantea una definición de crisis que sería bueno y de gran interés a repasar, bien es cierto que los momentos no son los mismos, pero es cierto, que el sistema nos envuelve de tal manera que a veces no vemos la otra cara en relación de lo que concierne ser el valor de “crisis” ensimismándonos en los sofismas de la burocracia y creando patrones de obsolescencia que podrían ser verdaderamente la base de sostén de un virus que nos declara la guerra.

Pero no busco hacer ver la complejidad que fomenta esta palabra, crisis, que siempre ha tenido como objetivo alarmar y prender código azul en las personas, es que todo está en tela de juicio, mientras no radiquemos el hecho de que somos nosotros quienes bautizamos nuestras situaciones. Hipócrates dijo; las crisis no son de un todo malas, documenta el término juicio decisivo para establecer una pronostica enfermedad que puede ser buena o mala, esperada o inesperada, desfavorable o favorable. Siendo, claro está, ligadas a las respuestas del sujeto y de su distinción. El bautismo de las situaciones, nos compete a nosotros cómo protagonistas de ello, nos compete como seres racionales; es por eso que el prestigio de un ataque lo determina tu disposición.

Hagamos buen uso de los elementos de pensamiento en nuestro sistema de operaciones, para  enseñarle entonces a la distancia que no siempre se necesita de un abrazo para expresar cariño y solidaridad, que no siempre se necesita emitir un cardumen de sílaba para convencer de un sentimiento  cuando las sonrisas y los ojos hablan sin cesar, que a veces el silencio y el aislamiento son de los mejores terrenos para que germinen grandes valores. Empecemos a ver el trasfondo de un mensaje escondido detrás de los gemidos del mundo entero, detrás del salir de los animales de su clandestinidad, los cuales se pasean hoy  por nuestras calles y  dominios ante la ausencia del humano, calles y dominios que en realidad siempre han pertenecido a su reino, así como pocos entienden el trasfondo que hay en el título del «Ahogado más hermoso del mundo» de nuestro Gabriel García Márquez, y como pocos reconocen el arte de una Jitanjáfora y el éxito de la filosofía escolástica.

Y la crisis dice hoy: -Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es ni utopía ni locura, es justicia- Mi amigo lector, sea selectivo con la información como receptor y como emisor, el conocimiento se adquiere, más la información siempre ha estado, sea sagaz con su crítica y no permita que posturas relativistas hagan menguar su valor y visión. Dejemos brillar nuestro proceso de sinapsis y que la lectura sea sin ninguna duda el pilar fundamental para un buen desenvolvimiento en el contexto, la realidad, he incluso la fantasía. Asegurémonos que la mente obedezca y el alma no se contamine, que luego de esta tempestad que está regando nuestras bases y esencias, se puede hablar con honestidad sin crear un ambiente de hostilidad.

La brisa de hoy hace conmemoración una vez más el día del idioma en medio de lo que concierne ser una crisis. Lo que significa que en esta odisea tenemos un Homero y sacarlo a relucir será nuestro objetivo, donde recitaremos nuestro propio poema, no de una guerra de Troya, sino de una guerra con un virus y nuestra solidaridad enmarcada en lo fructífero que quedara después de todo esto, donde la aventura que suele hacer un lector en las calles de la literatura, teniendo de arma la lectura, hacen y fluir capacidades de fundamento.

«Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?».

Las personas que quieran hacer huellas sempiternas en sus contextos deberán saber, entender y radicar la acción del texto como principal luz de conocimiento.  Que este tiempo sea para poner a funcionar nuestro armamento sin ningún tipo de osadía, donde el método introspectivo sea nuestro mejor amigo, y desde casa conducir nuestro sistema nervioso a la resiliencia.

 

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