En Cartagena, el lenguaje es un espejo de su cultura: alegre, dinámico y lleno de sabor. El dialecto costeño, conocido por su espontaneidad y carácter informal, ha creado una forma única de comunicarse, donde las palabras se acortan, los sonidos se mezclan, y cada expresión está cargada de identidad.
Desde la emblemática ‘cayetano’ en lugar de ‘cállese’, hasta la famosa ‘recocha’ para referirse a una algarabía, los cartageneros han transformado el lenguaje y el dialecto costeño en una herramienta que no solo agiliza la comunicación, sino que también mantiene viva su esencia cultural. Este fenómeno lingüístico no es una simple alteración del español, sino una demostración del ingenio y la creatividad popular, donde frases como ‘mama gallo’ (burlarse) o ‘empavao’ (tener mala suerte o estar aburrido) cuentan historias con sabor caribeño.
En el corralito de piedra, las cosas no se dicen como en otras partes del país, los zapatos se ‘embolan’, los amigos son ‘compadres’, no hay personas aburridas, hay ‘aguacatados’, tampoco se prende el bombillo, se prende el ‘foco’; y una cerveza no se pide, se disfruta como una ‘fría’. Todo esto no solo resalta la velocidad y pragmatismo con el que los cartageneros se comunican, sino también su profunda conexión con el territorio. Las palabras, como la cultura, son fluidas y vibrantes.