Por Harold Carrillo Romero

Estamos frente a un momento histórico para Colombia, en pocos días, se dará inicio a la contienda electoral más importante de los últimos 20 años. Los ciudadanos tendremos que decidir si procuramos un cambio o si, por el contrario, seguimos comprando las tesis que nos han sumido en este estado de cosas que cada vez contraría nuestra esperanza. Hay una lucha resuelta entre la democracia, la expresión genuina de las gentes libres, contra quienes ostentan el poder del Estado y que por estos días siguen agarrados de la última cornisa, tratando de mantenerse a punta de mentiras y a golpe de chequera.
El llamado desde este espacio de opiniones libres, es a no seguir arrodillándose al miedo, a romper para siempre los estigmas que siguen perpetuando la desgracia y el sufrimiento de nuestro pueblo. Debemos derrumbar las falacias que catalogan como “vándalo” al que exige sus derechos, “guerrillero” al que defiende la naturaleza y las comunidades donde el Estado no hace sombra, “comunista” al que pretende la justicia social y la equidad y, “generador de odios” al que entiende que la dignidad y vivir en paz no es del uso exclusivo de unos pocos.
No podemos identificarnos con una propuesta que desee seguir perpetuando estas realidades, donde las mayorías se debaten por llevar un bocado al estómago, donde la niñez en los territorios de frontera como en la Guajira y aquí mismo en nuestra ciudad, conocen desde que abren sus ojos por vez primera al mundo, la inclemencia brutal del hambre. No podemos seguir apoyando a unos gobernantes que ignoran a su pueblo y a sus necesidades. Es hora de fundar un cambio profundo en todas las esferas sociales de nuestra patria y los jóvenes, tienen la llave de esa consigna de libertad y de justicia; no dejen pasar pues, este momento de efervescencia y calor, y de una buena vez, vivamos una segunda oportunidad sobre la tierra.
Hoy la pobreza, la corrupción y la violencia campean descaradamente a lo largo y ancho del territorio nacional. Pero mientras esta realidad, no altere el estatus y las comodidades de esa clase privilegiada y minoritaria, seguiremos pensando ingenuamente, que no hay razones suficientes para cambiar, que transformarnos, es dar un paso al vacío y esa cobardía implantada a través de los años, nos enceguece y nos vuelven ovejas de un pastor perverso y mezquino. No nos vamos a volver como Venezuela, son realidades distintas y la nuestra, tal como está hoy, no es motivo para alardear o sacar pecho. No se va a expropiar la propiedad privada; y en esto, la inmensa mayoría que no vive en casa propia y cuyo salario destina en un alto porcentaje para pagar un arriendo, no debería sentir temor alguno. No pasará nada que no sea el cumplimiento por fin de nuestra Constitución Política. Es hora de dejar atrás los miedos infundados y tomar posición del lado correcto de la historia.
La juventud colombiana y bolivarense, tienen un llamado, que más que eso, es una suerte de grito de batalla, para ocupar este lugar que la historia le ha reservado en este 2022, es una lucha que no deberá traspasar las fronteras de la democracia, pero que exige la firmeza de una decisión que no conoce de titubeos. Los niños y niñas de Colombia necesitan una atención integral, que pasa por una nutrición, educación, salud física y psicológica de calidad; en espacios idóneos y dignos. Nuestros jóvenes necesitan acceder a la Universidad sin ninguna otra preocupación que sus resultados académicos. Necesitamos que se apoye de verdad el emprendimiento desde una política pública blindada de politiquería y favoritismos; se requiere un impulso sustancial al deporte y la cultura desde los barrios más deprimidos. Debemos a través de nuestra decisión, arrancarle de las manos a la delincuencia y a la guerra a la juventud, porque solo así podremos construir un verdadero país en paz.
De las calles a las urnas es la consigna. Para que la dignidad se haga costumbre y para que el miedo no siga cosechando injusticias y violencias de todo tipo. Para que nuestros recursos naturales estén al servicio de la vida y no de los bolsillos de unos pocos, para que el campesino ponga un plato de comida en nuestras mesas y sea rentable para él hacerlo, para que el indicador más importante de la gestión de un gobierno sea la satisfacción y el bienestar de la gente y no la riqueza de los poderosos, para que exista una niñez sana y una vejez honrosa; para que podamos vivir como lo hemos merecido siempre y conozcamos por fin, el valor de sentirnos colombianos.
Por Lucas Villa, Dilan Cruz y los más de 6402 jóvenes… que su vida no sea en vano.
“Nos Recordamos en los Corazones”, L.V.
*Columna de opinión. Las opiniones no representan los valores, conceptos y/o postura del periódico.