La historia del Canal del Dique se remonta al año 1650, cuando don Pedro Zapata de Mendoza, entonces gobernador de Cartagena, emprendió la tarea de conectar las lagunas y ciénagas de la Gobernación de Cartagena con el río Magdalena. Con el respaldo de 200 hombres armados con hachas, picos y palas, entre enero y agosto de ese año se logró la hazaña que daría origen a un canal que, por siglos, ha sido un pilar para la comunicación entre Cartagena y el interior del país.
La obra inicial no fue más que el rompimiento de un “dique”, término que proviene de la palabra neerlandesa que significa “muro”. Esta barrera natural separaba al río Magdalena de las ciénagas circundantes, pero la labor de Zapata de Mendoza permitió la entrada de las aguas del río a estas zonas, generando un impacto significativo en la dinámica fluvial de la región. Según el historiador Eduardo Lemaitre, la finalización de esta obra desató una gran alegría entre los cartageneros, al ver cómo los golpes finales de pico y pala unían las aguas del río Magdalena con las ciénagas de agua dulce y, a través de la ciénaga salobre de Matuna, con la bahía de Barbacoas y, más allá, con la bahía de Cartagena.
Durante el periodo de la Conquista, el río Magdalena se convirtió en la principal vía de acceso al interior de la Nueva Granada, por lo que la conexión con esta arteria fluvial siempre fue un objetivo clave para las ciudades costeras. Con el Canal del Dique, Cartagena logró un enlace fundamental con el resto del país, posicionándose como un puerto estratégico para el comercio y la navegación durante más de tres siglos.
A lo largo del tiempo, el canal fue objeto de sucesivos dragados y ampliaciones. La última gran intervención se realizó entre 1980 y 1984, cuando se amplió el canal para mejorar el flujo de agua. Sin embargo, estas obras también trajeron nuevos desafíos, como la acumulación de sedimentos que terminó afectando la capacidad de las ciénagas y provocando el deterioro de los ecosistemas de la región, incluyendo la bahía de Cartagena y los corales de las islas del Rosario.
El Canal del Dique no solo fue crucial para el desarrollo económico de la región Caribe, sino que también ha sido una fuente de agua para consumo y un medio de transporte vital. A pesar de la llegada de las carreteras y el declive del transporte fluvial en la década de 1950, el canal mantuvo su importancia, aunque con menor protagonismo en la economía nacional.
Hoy, la historia del Canal del Dique busca un nuevo giro con la ejecución de un macroproyecto que pretende restaurar los ecosistemas degradados y proteger a las comunidades del norte de Bolívar y el sur del Atlántico de las inundaciones. Pero más allá de las obras actuales, el canal sigue siendo un testimonio vivo de la tenacidad de aquellos que, siglos atrás, lograron unir el río Magdalena con las ciénagas de Cartagena, y de la resiliencia de un territorio que ha sabido adaptarse a los cambios del tiempo.