Un asunto más allá de lo privado

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Luz Marina Paria Cespedes

Las cifras de la violencia contra la mujer se volvieron paisaje, día a día se registran en el país y en Cartagena dolorosos titulares que hablan de asesinatos, golpizas, violaciones y cualquier otra clase de vejámenes contra niñas, estudiantes, madres, abuelas, etc. A pesar de las airadas reacciones de la sociedad y de las leyes o políticas públicas establecidas para atender esta problemática, se siguen no solo presentando estos hechos, sino que parecen multiplicarse. No terminamos de recuperarnos de una indignación cuando ya estamos con el corazón en la mano por otra dramática historia.

Como es usual cuando se hacen este tipo de afirmaciones, no faltan las voces que aseguran que a los hombres también los matan, los golpean o los violan y aunque es cierto e igual de condenable y lamentable, también es verdad que existen motivaciones específicas y ciertos patrones que marcan la violencia hacia las mujeres. Igual de molestas son las afirmaciones de quienes dicen que por ejemplo la violencia intrafamiliar es un asunto privado, que solo atañe a las parejas o a quiénes conviven dentro de una casa, cuando no hay nada más alejado de esto.

Según cifras de la Procuraduría General de la Nación, en el año 2022 se registraron 47.771 casos de mujeres víctimas de violencia intrafamiliar en el país, cifra que en comparación con el año 2021, presentó un aumento de 7.713 casos. Casi 50 mil almas que se vieron atacadas, de diversas maneras, por sus seres queridos, en su hogar, en un espacio que regularmente se piensa que es un refugio o un lugar seguro.

Ninguna violencia tiene justificación, sin embargo, entender sus causas o detonantes, puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Solo en Cartagena, durante el año pasado hubo 14 asesinatos de mujeres, 4 de ellos fueron catalogados como feminicidios (aunque las cifras pueden ser mayores, teniendo en cuenta que existen diferencias entre las instituciones para definir que es un feminicidio)

Probablemente no haya una sola manera de abordar el problema, pero apostar por una nueva educación sentimental o en habilidades blandas, que permita a los hombres asumir nuevas masculinidades, en las que entiendan que su virilidad no depende de cuanto temor pueda tenerles su pareja o que las diferencias dentro de un hogar, o en cualquier otro escenario, no se solucionan con violencia, puede ser un primer paso. Además, hay que seguir apostando por educar niñas y adolescentes dispuestas a decir “no más”, a entender que el amor no es sinónimo de posesión del otro y que no se deben abandonar los sueños propios por vivir los de alguien más.

Así como la violencia intrafamiliar es un asunto que va más allá de una casa, es también labor de los sectores económicos y educativos abrir más oportunidades que permitan la formación y empleabilidad de mujeres. Muchas veces de su independencia financiera depende que puedan huir de un hogar violento o que por lo menos se atrevan a denunciar. Pero esto debe ir más allá de poner las opciones sobre un papel y centros educativos o empleadores deben entender que, por ejemplo, una madre soltera que ha sido violentada necesita de horarios un poco más flexibles para cumplir con sus compromisos, sin descuidar a sus hijos o familia. Ponerle empatía a la vida a veces puede servir más que vestir un logo de rosa.

La batalla es muy dura, la violencia contra la mujer se ha convertido en un monstruo que no solo deja muertes, llanto y dolor, sino que golpea también la composición de la sociedad e incluso el progreso de la ciudad o del país. Hay que trabajar para desactivar sus causas, pasar del llamado a la acción.

Ojalá algún día dejemos de secar lágrimas de dolor por la violencia contra la mujer.

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