Por Cristian Torres Torres 

En estos días me cuestionaba por qué entre tantas ramas del derecho, escogí la del derecho penal, si es esta prácticamente la suma de todos los miedos como bien se titula una película de Hollywood. La anterior inquietud que me llevó a rememorar mi pregrado en la Universidad Libre cuando recibí clases de los doctores Moraima Caballero de Nieves, Armando Noriega, Pedro Macia y Arnoldo Vélez; en especial la derecho procesal penal y el parcial final, el cual por azares de la vida terminé haciéndolo por supletorio, presentándome sólo y además oral; claro que siempre necesitaba una buena y allí empezó mi primer miedo frente al penal, pero dándome puñal (como se dice en la calle) le cogí el gusto y lo gané y con buena nota no olvido la cara del profesor diciendo – “Torres tu nota es 4.8, el 5 es para mí”-, pero lo bueno es que le gané a ese primer temor del derecho penal, incluso definí que  fuese ese día que dije sería penalista. Eso sí desde allí lo sufre mi mamá, hoy se le sumó mi bella esposa.

Ser penalista de contera es ser decidido a luchar contra los miedos y contra terceros, y que no sólo se enmarca en ejemplo tan sencillo como el contado en los párrafos anteriores, de hecho, con el respeto a las otras ramas, pero es el penal el de los desafíos más complicados, no olvidemos que este donde un defensor se enfrenta a con proteger el derecho fundamental más importante después de la vida como es el de la libertad.

Siguiendo con otros ejemplos y justamente en esos días de remembranza, viví de cerca dos situaciones que caen analógicamente perfectas para el tema de esta columna, como es el de las luchas y miedos respecto de ejercer como abogados en el derecho penal. El primero le ocurrió a un querido amigo y maestro el Dr. Jonathan Peláez Sáenz, quien fue objeto de acecho con intimidaciones por parte de unos periodistas y los seguidores de estos en redes sociales, que sin mediar ignorancia y respeto le pidieron afectará el secreto profesional, para que diera unas informaciones acerca de un caso que llevaba la defensa del acusado, con la mera intención de inferir en la decisión que tomara el juez de dicha causa.

Esa situación no dice nada nuevo y desconocido, pero en casos de connotación son los medios de comunicación los que terminan emitiendo los fallos, pero para desgracia de los procesados esa “justicia paralela” no se jacta de tener garantías y el 99.9% de las veces los sentidos del fallo son índole condenatorio; pero no es sólo eso lo que abruma e indigna, sino que ciudadanos ajenos al derecho se quedan con estas resoluciones, y soslayan lo producido en los estrados que lleva incluida la verdad procesal, y por esas mis razones terminan señalando incluso hasta a los abogados que hacen las veces de defensor, como si por ese simple hecho de ejercer la actividad litigiosa se deba hacer dicha relación. ¿Qué miedo no? Pero nada que no se pueda vencer.

El otro ejemplo, fue un día de charla y café con un gran amigo colega que hoy funge como juez de la república, me dijo lo siguiente: “Los jueces hacemos nuestra decisiones pensando en la imputación de la Fiscalía…” y sí, aunque cueste creerlo ese es un concepto generalizado y lo cargamos encima por la forma en que está diseñada la investigación de las autoridades judiciales, lo que nos lleva a batallar contra el miedo de que aunque realicemos la mejor estrategia procesal de defensa y tengamos la teoría del caso más acertada, un juez se abstenga de darnos la razón, por el simple hecho de evitar una investigación; pero aún así la defensa siempre tiene que ser con el alma, o si no como cuando se quería realizar una pilatuna y había susto por el regaño de papá, mejor es no hacerla.

Muchos serán los miedos que debemos enfrentar los penalistas y para nombrarlos toda una sola columna no es suficiente, pero lo importante es atacarlos todos y seguir ejerciendo porque como bien puntualizó en el 1er Conversatorio del derecho procesal penal del Caribe Colombiano mi gran mentor y amigo el Dr. Hernán Miranda Abaúnza: “Los penalistas somos el dique del poder coercitivo del Estado y de los medios de comunicación”.

Por eso un mensaje y consejo para los estudiantes de derecho y los colegas recién graduados que desean incursionar como penalistas, esta es la más bella de las profesiones y artes, que necesitan mucho estudio, voluntad, y constancia, pero sobre todo no olvidar que: “Si penalista quieres ser, sin miedo debes vivir”.

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