Por Jose David Vargas Tuñón
Luego de la final del mundial de futbol es hora de volver a lo importante, no se puede tratar de minimizar en Latinoamérica la impudente acción del destituido ex presidente de Perú Pedro castillo; es necesario, a su vez, tratar de mirarlo todo con ojo de halcón.
Si bien es cierto que las últimas semanas han estado plagadas de noticias mundialistas y de distintos menjurjes que se cuecen en la gacetas del congreso colombiano, un hecho que ha sido medianamente minimizado, es la lavada de cara que quiso realizar el presidente Petro al destituido y hoy detenido preventivamente Pedro Castillo, ex mandatario del Perú; aduciendo ante diversos medios de comunicación del país, que la decisión tomada por un juez peruano de detener preventivamente al bravucón Castillo es un exabrupto.
Primeramente, al afable lector que se toma el tiempo de pasar sus ojos por estas combinaciones de palabras, le comento que ante esta canallada de proporciones memorables en el ámbito internacional, se debe tener en cuenta el poco o nulo respeto y la exagerada postura parcializada que ha tomado desde el primer momento la nueva administración gubernamental de Colombia; siendo vulnerado desde un principio el articulo 9 de la constitución nacional donde se hace referencia al respeto a la autodeterminación de los pueblos, lo cual a su vez trae consigo una transgresión al principio de no injerencia en temas que conciernen a otros estados.
Sin embargo, el gobierno peruano no dio su brazo a torcer, aunque nuestro mesías haya expectorado una sarta de elogios para un desprestigiado Pedro Castillo. De tal magnitud es la posición del gobierno de Perú que, a la fecha de hechura de este corto, pero sustancioso escrito, fue declarado persona Non grata el embajador de México en ese país, puesto que, el adulador Andrés Manuel López Obrador también endulzó y se atrevió a aceptar la petición de asilo político al sátrapa del exmandatario del país vecino.
Señores, en Latinoamérica, al igual que en la mayoría de las latitudes del mundo existe un sistema democrático, en el cual, tal como rezan sus orígenes latinos, se le da el poder al pueblo; en ese orden de ideas, no se le puede aplaudir a un mandatario sea quien sea, que pueda hacer desaparecer un congreso elegido en forma democrática. El mancillar alguno de los componentes de la división tripartita de poderes del señor Montesquieu, es el primer paso para hundir de forma colosal todo por lo cual hemos luchado en materia de reconocimiento de garantías y derechos humanos, así como, todo lo que hemos hecho en materia de acción democrática. Así que, por favor, no tapemos el cielo con una mano y tampoco, señor Petro, trate descaradamente de lavarle la cara, cual sesión de spa, al troglodita de Pedro Castillo.
En resumen, salvemos la democracia y recordemos la frase del filósofo y político romano Cicerón: “somos esclavos de la ley para ser libres”.