Faltando pocas horas para que termine el año, vale la pena detenernos un momento para reflexionar sobre Cartagena, no desde la nostalgia de su pasado, sino desde la promesa de su futuro. Este año, nuestra ciudad cumplió 491 años, cargando orgullosamente los títulos de Heroica y Fantástica. Aunque estas palabras parecen sinónimas, su origen y significado encierran historias muy diferentes.
El adjetivo «Fantástica» nos conecta con la riqueza de nuestra ciudad histórica: las murallas que resguardan su memoria, sus playas, la arquitectura colonial y los espacios que reúnen a personas de todo el mundo. Estos atributos la han convertido en un destino turístico de talla internacional, reconocimiento que recientemente se fortaleció con su admisión como afiliada al Consejo de Turismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Por otro lado, el título de «Heroica» tiene raíces más profundas y dramáticas. Fue forjado durante el asedio liderado por el general Pablo Morillo hace más de 200 años, cuando valientes hombres y mujeres, de diversas etnias y clases sociales, sacrificaron sus vidas por defender la ciudad. Este legado de resistencia debería inspirarnos hoy, en una Cartagena donde los desafíos no vienen de imperios ni piratas, sino de problemas más sutiles y complejos.
El alcalde Dumek Turbay habló de transformar Cartagena en una «Superciudad». Aunque esta visión es ambiciosa,materializarlo solo será posible diseñando las condiciones necesarias para que el sueño colectivo de una ciudad ordenada y próspera se haga realidad. Y aquí aparece uno de nuestros mayores enemigos: la informalidad.
La informalidad no solo afecta el empleo, sino también sectores como el transporte, la construcción y el comercio. Combatirla no se trata de imponer multas o castigos, sino de diseñar políticas públicas y proyectosque incentiven la formalidad. Esto permitiría garantizar empleo digno, servicios eficientes y un desarrollo ordenado que genere bienestar para todos. Como decía el Nobel de Economía Amartya Sen, se trata de ofrecer a las personas la libertad de elegir el tipo de vida que quieren vivir.
Cartagena enfrenta retos monumentales: lidera en índices de informalidad laboral entre las grandes ciudades del país, mientras proliferan las construcciones ilegales y el transporte informal se vuelve una alternativa enquistada en nuestra realidad. Sin un cambio estructural, seguiremos siendo una ciudad donde muchos jóvenes ven la emigración como su única salida.
Es un hecho que ser formal es caro. En una ciudad como Cartagena, la segunda más desigual del país y con índices preocupantes de pobreza extrema, las empresas enfrentan altos costos para contratar personal. En la edición del 14 de noviembre del periódico Portafolio, Apenas una de cada 10 empresas contempla aumentar su nómina en 2025. Esto frena no solo el crecimiento económico, sino también las oportunidades de ingreso para las familias.
En el sector del transporte, la competencia entre plataformas digitales y taxistas tradicionales es un reflejo de esta problemática. Aunque las plataformas ofrecen conveniencia, los taxistas enfrentan costos elevados para operar formalmente, como el pago de cupos que superan los 70 millones de pesos y los trámites legales necesarios. Sin igualdad de condiciones, estas tensiones continuarán.
Si queremos que Cartagena sea fantástica también en su futuro, necesitamos normas más modernas y flexibles que incentiven la formalidad. Esto permitiría, por ejemplo, que un joven con sueños de progreso pueda salir del mototaxismo para emprender o acceder a un empleo formal.
No se trata solo de evitar las quejas en redes sociales sobre precios abusivos o irregularidades en el servicio; se trata de construir un sistema donde la formalidad y la legalidad sean accesibles y deseables. Si logramos esto, Cartagena seguirá siendo heroica no solo por su pasado, sino por la manera en que enfrenta su futuro.
Las soluciones no serán rápidas ni fáciles, pero es un camino necesario. Así, en lugar de que nuestros jóvenes busquen oportunidades fuera, podrán encontrarlas aquí, en la ciudad que forjaron nuestros antepasados. Este es el verdadero reto: lograr que Cartagena no solo celebre su historia, sino que construya un futuro digno de sus títulos.
Por: Julio Bermúdez. Politólogo, especialista en Políticas Públicas y Desarrollo. Actualmente soy en enlace para la implementación de la política pública de participación ciudadana del DATT.
Esta columna de opinión no representa conceptos, posturas ni opiniones del periódico.