Ubicado detrás del Castillo San Felipe, el Monumento a los Zapatos Viejos es uno de los emblemas más distintivos de Cartagena. Esta escultura de grandes dimensiones representa un par de botas viejas y encarna el profundo amor de los cartageneros por su ciudad, reflejando tanto su origen humilde como su sentido de pertenencia.
El poeta Luis Carlos López, conocido como «El Tuerto», inmortalizó en su poema «A mi ciudad nativa» el concepto de los «zapatos viejos» como símbolo del afecto hacia la ciudad amurallada. En 1957, el escultor Héctor “Tito” Lombana materializó este sentimiento en una imponente escultura, que se convirtió en un ícono tanto para los locales como para los visitantes.
La historia de la escultura comienza con la contratación de Tito Lombana para crear una obra en honor a Luis Carlos López. A cambio de donar su trabajo, Lombana solicitó libertad creativa, la cual le fue concedida. La escultura original, hecha de cemento y esmaltada, se exhibió durante 37 años, desde 1960 hasta 1994. Debido a su deterioro y la construcción de una nueva avenida, se decidió su traslado. El escultor Héctor Lombana, hermano de Tito, optó por demoler la obra original y construir una réplica en bronce, que es la que hoy se encuentra en su lugar actual.
El Monumento a los Zapatos Viejos fue inicialmente colocado en la calle de La Media Luna, cerca del Puente Heredia, la entrada terrestre a la ciudad en la época colonial. A pesar de los desafíos que enfrentó, la escultura sigue siendo un testimonio del cariño que los cartageneros sienten por su ciudad, como lo expresaba López en su poema: «Mas hoy, plena de rancio desaliño / bien puedes inspirar ese cariño / que uno le tiene a sus zapatos viejos…»
Fotos. A quien corresponda