
¿Qué haría usted si es multado por ir a la fritanga de siempre a comer empanadas?, sí, quizás esto suena absurdo, pero esa es la historia de Steven Carlos, un joven bogotano que salía de trabajar y decidió junto a 3 compañeros ir a comer empanaditas donde la señora de la esquina, sin embargo lo que ellos no esperaban era la sorpresa de que iban a ser sancionados con una multa de 800 mil pesos por “Promover o facilitar el uso u ocupación del espacio público en violación de las normas y jurisprudencia constitucional vigente”; lo cual está estipulado en el Código Nacional de Policía y Convivencia en el artículo 140, de igual manera fue sancionada la señora Herlín Solís, propietaria del puesto de empanadas. Sin embargo, ¿es esto justo? Para mí esto fue rotundamente injusto y en esta columna sabrán porqué.
Informalidad y espacio público
Es comprensible la defensa del espacio público, al fin y al cabo es un derecho colectivo y es deber del estado garantizar su protección como lo dice el artículo 82 de la constitución política, en este sentido podríamos decir que la autoridad tiene todo el deber y el derecho de aplicar las respectivas sanciones cuando ocurran comportamientos que violen las leyes que regulan sobre este fenómeno, no obstante encontramos un problemón en la actualidad y es que la aplicación de estas normas puede afectar el principio de la confianza legítima, el derecho al trabajo y no crean una respuesta adecuada para el conflicto que existe con el espacio público.
Así como es importante ver el punto de vista legal en este asunto se hace menester tener en cuenta el factor social.
Hoy en día podemos ver que la informalidad laboral es uno de los principales problemas del país el cual afecta a aproximadamente 10,8 millones de personas lo cual nos da una cifra del 48,2% de los trabajadores del país, entonces me pregunto ¿Cómo es que se atreven a criminalizar el rebusque teniendo unas cifras de informalidad tan altas en el la nación? y es que este no solo se queda en esas cifras porque si hay algo que sabemos es que muchos colombianos “se rebuscan” por fuera de lo que ganan con su trabajo formal, teniendo esto en cuenta la idea de la sanción suena completamente ABSURDA.
Ahora bien, ¿Qué colombiano no se come una empanadita de 1500 pesos, un patacón de 1000 ‘barras’ o hace el “combito de 2 lukas” con un jugo?, esto es lo más común en el día a día de un estudiante universitario o un trabajador en todas las ciudades del país, es más, la misma Vicepresidenta de la Republica Martha Lucía Ramírez, ha contado que se come con frecuencia un fritico en la calle, entonces ¿cuál es el problema? El problema está en que no se debe de castigar al consumidor el cual compra de buena fe, se debe de reformar esta política para que pueda responder al fenómeno de la informalidad, ya que no es posible bajar las cifras de esta, hasta que no se modifique la legislación laboral. Es importante tener en cuenta que el vendedor ambulante no elige serlo; si pudiese ser algo diferente lo fuese, pero es empujado a este tipo de empleo en la mayoría de los casos.

Pero ¿de dónde sale todo este cuento de la informalidad?, podríamos identificar varias causas que han hecho que el fenómeno se avive, como, por ejemplo: el desplazamiento forzado, el abandono del estado, la violencia, el sexo (la tasa de informalidad femenina es mayor a la masculina), la edad, el desempleo y el bajo salario mínimo.
Bueno, ahora no estaría mal hacer énfasis en la multa, ¿es esta justa? Uno de los puntos más criticados es el valor de esta multa, la cual de por sí es ridícula teniendo en cuenta que delitos peores como el porte ilegal de armas tiene multas mucho menos costosas (220.000 pesos colombianos).
Todo esto me hace pensar en algo, en mi vida universitaria he tenido que comprar siempre a vendedores ambulantes y en mesas de fritos(productos bastante buenos para su precio), ¿por qué? Porque estos venden a precios más asequibles para un estudiante que va con lo más mínimo a la universidad, entonces, ¿es justo que me multen por comprar lo poco que puedo para alimentarme o para que me rinda el dinero? No, claro que no, ni siquiera la excusa de salubridad justifica una sanción tan irracional como esta que equivale a más de un salario mínimo mensual.
Pero bueno, mientras esta situación siga así, no se aclare la ley y no se tenga en cuenta el elemento sociológico de la comunidad, harán daño a una cultura gastronómica de todo el país. Así que los invito a todos a la desobediencia civil, a comer esos manjares de los dioses costeños, también llamados fritos y que no se les olvide ¡pedir la ñapa sin multa, por favor!











