La caótica desesperanza de Cartagena: la decepción y desastre de la actual administración

Por Osmarl A. Pulido Rodríguez

Abogado penalista y coordinador de litigio

En la última semana visité Cartagena, vine después de 11 largos meses, el embarazo de mi esposa, el trabajo y el nacimiento de Jeremías, impidió que visitara la ciudad con la frecuencia que antes lo hacía. El recibimiento fue desde el momento uno, traumático acostumbrado a que existen zonas en Cartagena revestidas de un escudo invisible anti ladrones se derrumbó cuando me dijeron “guarda el celular que estás dando papaya” tres veces en tres lugares donde hace once meses no me lo decían crespo, manga y centro. Se materializó el miedo y auguro el jueves mientras trabajaba en el centro la comunidad aprehendió a un ratero otorgándole lo que la idiosincrasia cartagenera dicta: la paloterapia.

Quise pensar en un tema diferente respecto del cual pronunciarme, pero fue casi imposible porque con el pasar de los días a mi alrededor sólo se hablaba y compartían videos de capturas a ladrones, peleas callejeras producto de intolerancia en el transporte masivo, y en la vía pública producto de una comunidad exhausta por la desorganización de la ciudad. La falta de direccionamiento y de planeación de la secretaría del interior, salta a la vista la nula gestión, como si se trataran dos Cartagenas diferentes la del turismo y la de los otros, los que se tienen que cuidar solos.

Además, la inseguridad que se ha convertido en una preocupación cada vez mayor para los habitantes y visitantes de Cartagena. Aunque la ciudad siempre ha tenido ciertos niveles de criminalidad, en los últimos meses se ha registrado un aumento en los atracos y alteraciones al orden público, incluso en zonas turísticas y en pleno centro histórico. La falta de respuesta por parte de las autoridades ha generado una sensación de impotencia y desesperanza entre la población, un estado de zozobra permanente.

Por otra parte, en Cartagena hemos sido testigos de la falta de planificación y gestión en el transporte público. La improvisación y la falta de mantenimiento adecuado de las rutas y vehículos son algunas de las causas que han provocado la crisis de movilidad que hoy se vive. La actual administración, liderada por el alcalde William Dau, prometió un cambio y la derrota de la corrupción, pero hasta el momento, su gestión ha sido decepcionante en lo que a movilidad respecta. Uno de los problemas más evidentes que enfrenta la ciudad es la crisis de movilidad e inseguridad. Esta semana cada día trajo una noticia peor a la anterior hasta el punto de ver desdibujada la operación del Transcaribe, no es posible que se haya desmejorado el servicio de un solo tajo, al pasar de tarjetas a tiquetes físicos, sin prever que mucho ya contaban con saldos de toda la semana o mes para transportarse, como si al cartagenero promedio le sobrara la plata. Se sufre a diario el caos vehicular, la falta de señalización adecuada y la ausencia de semaforización en muchos puntos críticos de la ciudad ha generado y en los accidentes de tráfico, lo que afecta no solo la calidad de vida de los habitantes, sino también la economía de la ciudad.

Otro problema que ha generado malestar entre los cartageneros es la falta de un plan de contingencia del operador de Transcaribe. El sistema de transporte masivo debería ser una solución a la crisis de movilidad, pero la falta de mantenimiento y de capacidad para enfrentar situaciones de emergencia, han generado una gran frustración en los usuarios y el perjuicio de la población beneficia a los mismos de siempre, los que el alcalde en su discurso juró combatir, pero que le permite seguir a sus anchas.

Es evidente que la actual administración no está cumpliendo con las expectativas de los cartageneros. Si bien es cierto que el alcalde Dau comenzó con ahínco en la lucha contra la corrupción, su gestión se ha sumido en la inoperatividad y la falta de soluciones concretas para los problemas de la ciudad. Los cartageneros votaron por un cambio, pero lo que están experimentando es una decepción y un desastre.

El alcalde Dau y sus secretarios deben ser más diligentes en responder a las inquietudes y necesidades de la ciudadanía. La ausencia y la falta de planificación solo generan más caos y desesperanza. Este es el último año de su mandato y no puede permitir que pase a la historia como el peor alcalde de la histórica amurallada. Está haciendo un daño irremediable a los candidatos alternativos y a la esperanza de un futuro mejor para Cartagena. Es hora de que la administración tome acciones concretas para resolver los problemas que afectan a la ciudad y devolver la confianza a sus habitantes y visitantes.

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