Este era el recipiente de barro en el que los cartageneros almacenaban agua fresca antes de las neveras

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En la historia cotidiana de Cartagena, la tinaja ocupó un lugar especial como un símbolo de tradición y simplicidad. Este recipiente de barro, humilde pero indispensable, fue durante décadas el guardián del agua fresca en los hogares. Antes de la llegada de las neveras, la tinaja no solo cumplía con una función práctica, sino que ofrecía un agua fría y ligeramente dulce, considerada por muchos como un auténtico manjar. Para algunos, tomar agua de tinaja era casi un ritual, un momento que evocaba calidez y arraigo.

Las tinajas no estaban solas en su protagonismo; las complementaban el tinajero de barro, la tapa o un plato para proteger el agua o y el clásico vaso de metal con mango largo, perfecto para alcanzar el “elixir frío” en su interior. Este sencillo conjunto era el alma de las cocinas y patios cartageneros, donde cada sorbo parecía encerrar la frescura de tiempos más tranquilos. Aunque hoy las tinajas han sido relegadas a meros adornos nostálgicos, su papel en la vida diaria marcó a generaciones que recuerdan con cariño esos momentos sencillos pero significativos.

En los mercados, como el de Getsemaní, las tinajas y sus accesorios eran protagonistas. Allí, las familias acudían no solo para adquirir este utensilio, sino también para mantener viva una tradición que conectaba con sus raíces. En los rincones de los barrios, el agua llegaba en latas o tanques, y su paso por la tinaja la transformaba en un regalo para el paladar. Esos rituales cotidianos, como el de llenar el recipiente o compartir un vaso entre vecinos, simbolizaban un sentido de comunidad que parece haberse desvanecido con el tiempo.

Hoy, la modernidad ha arrasado con muchas de estas costumbres. Las neveras reemplazaron a las tinajas, las calles perdieron a los vendedores de agua y gas, y las nuevas generaciones probablemente jamás experimentarán la magia de tomar agua de una tinaja en un rincón oscuro de una casa familiar. Sin embargo, los recuerdos persisten, como testigos de una época en la que la sencillez era suficiente para encontrar felicidad en cada sorbo frío y refrescante.

Fotos. A quien corresponda.

Fuente. Cartagena A Capella.

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