En un rincón olvidado del sector de Matute, en Turbaco, se encuentra un sitio en deterioro y abandono: el «Cementerio Inglés”. En ese lugar se esconde bajo tierra una historia de hace más de 120 años, construido alrededor de 1890, este cementerio surgió en una época donde la Iglesia católica de Cartagena no permitía que los “protestantes” fueran sepultados en los cementerios de la ciudad.
Samuel McConnico, gerente del Ferrocarril Cartagena-Calamar, se vio en la necesidad de crear este lugar para dar sepultura a los trabajadores extranjeros que fallecieron durante la construcción del ferrocarril, muchos de ellos víctimas de enfermedades tropicales como la fiebre amarilla.Aunque el lugar es conocido como el “Cementerio Inglés”, la realidad es que los cuerpos son probablemente de trabajadores norteamericanos, e incluso jamaiquinos, que llegaron para construir la línea férrea.
La confusión en su denominación se debe a que las inscripciones en las lápidas están en inglés, lo que llevó a la población local a bautizarlo de esta manera.El cementerio, que en su época fue un lugar “sobrio y bonito”, con lápidas de mármol y verjas de bronce que rodeaban cada nicho, hoy es solo una sombra de lo que fue. La naturaleza, el tiempo y la mano destructiva de vándalos han borrado gran parte de sus huellas.
Sin embargo, sigue siendo un testigo silencioso de la historiaLa historiadora Marisel Montero, del Museo Histórico de Cartagena, explica que este cementerio fue construido debido a la prohibición de enterrar protestantes en los cementerios católicos. “Samuel McConnico trajo muchos trabajadores norteamericanos, y cuando empezaron a morir, los trasladó al cementerio de Manga. Pero debido a la restricción de la Iglesia católica, compró este terreno en Turbaco y construyó el cementerio”, señala. Con el tiempo, la compañía inglesa que adquirió el Ferrocarril Cartagena-Calamar en 1906 también tomó control del cementerio, lo que contribuyó a que se le llamara “Cementerio Inglés”. Sin embargo, a medida que pasaron los años y el ferrocarril dejó de operar, el cementerio fue cayendo en el olvido.
En 1992, la historiadora María Teresa Ripoll, directora de la Fototeca Histórica de Cartagena, documentó la existencia de solo cinco lápidas de cemento, una de ellas en el suelo, a 15 metros de distancia. Estas lápidas, ubicadas bajo tres árboles centenarios, son las últimas huellas visibles de los enterrados en este cementerio.
El “Cementerio Inglés” es solo uno de los tantos vestigios que dejó el Ferrocarril Cartagena-Calamar, un tren que llevó prosperidad a los pueblos que conectaba. Hoy, al igual que muchas de las estaciones del ferrocarril, el cementerio está en franco deterioro, un triste recordatorio de una época en la que los rieles del tren unieron dos ciudades y dieron vida a comunidades enteras.
A pesar de su estado actual, el “Cementerio Inglés” sigue siendo un lugar cargado de historia, un testimonio silencioso de la vida y muerte de aquellos que llegaron a estas tierras en busca de oportunidades, pero que encontraron su último descanso en un lugar que ahora lucha por no ser olvidado.
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