La Ermita de Nuestra Señora de la Candelaria, ubicada en el Pie de la Popa, tiene una rica historia que data de principios del siglo XVIII. Fundada inicialmente como una pequeña capilla de madera con techo de palma seca, esta modesta construcción ha evolucionado significativamente a lo largo de los siglos.
En 1825, la comunidad Salvatoriana desempeñó un papel crucial en la consolidación de la ermita, marcando un hito en su desarrollo. El acuerdo Nro. 3 del 23 de enero de 1899 documenta la provisión de fondos para la construcción de una torre y un coro, elementos que contribuyeron a la transformación de la capilla original en la estructura más imponente que conocemos hoy.
Durante la época colonial, en el tránsito hacia la República, se llevó a cabo una importante reforma que mejoró el estado de la capilla, entonces conocida como ermita, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria. Aunque no se dispone de una fecha exacta para su fundación, se estima que fue durante el siglo XVIII. La ermita original, construida en madera, fue reforzada con materiales más duraderos en el mismo período colonial.
Según una entrevista con el ex párroco Sahabel Porto, publicada por EL UNIVERSAL, la ermita se convirtió en vice parroquia bajo la administración del Reverendo Padre Patricio Mayr de la comunidad salvatoriana, quien también se encargaba de la Parroquia de la Santísima Trinidad en Getsemaní. Esta relación destaca la importancia de la ermita en el contexto de la organización eclesiástica local.
En sus primeras etapas, la ermita estaba construida en cal y canto y era notablemente más pequeña, rodeada de árboles que hoy podrían ser los gigantes que embellecen la plaza circundante. Sin embargo, en 1992, la ermita se encontró cerrada durante veinte años debido a la falta de personal para su atención. La situación cambió con la llegada del Padre Marino, quien fue nombrado párroco en propiedad y revitalizó la vida religiosa en este histórico lugar.
La Ermita de Nuestra Señora de la Candelaria sigue siendo un importante símbolo de la historia y la devoción en el Pie de la Popa, reflejando un legado de fe y comunidad que ha perdurado a lo largo de los siglos.
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