El 13 de marzo de 1741, «El medio hombre», también conocido como «Blas el Teso», enfrentó uno de los mayores retos de su carrera. A pesar de estar gravemente herido por múltiples batallas, con una pierna de palo, un brazo inmóvil y un ojo perdido, comandó la defensa de Cartagena contra la invasión del imperio británico. Este soldado con apenas 3.000 hombres se preparaba para detener a 27.000 soldados ingleses, liderados por el almirante Vernon.
Los ingleses confiaban en una victoria rápida debido a su superioridad numérica y la imponente flota de 186 barcos que había llegado a la bahía. Sin embargo, «Pata de palo» no solo se enfrentó a esta fuerza descomunal, sino que también aprovechó cada ventaja del terreno y su experiencia en combate naval. Sus decisiones estratégicas llevaron a los invasores a un callejón sin salida, forzando su retirada.
Durante más de dos meses, los ataques continuos de los británicos fueron repelidos con una mezcla de astucia, resistencia y una fe inquebrantable. Blas el Teso, utilizando incluso barcos maltratados y pescadores locales como refuerzo, logró una victoria que humilló al mayor poder naval de la época. Inglaterra tuvo que retirarse, derrotada y avergonzada, sin cumplir su objetivo de conquistar Cartagena.
La valentía de «Blas el Teso» fue reconocida no solo por sus tropas, sino también por los propios ingleses, quienes pasaron de subestimarlo a temerlo. A partir de ese momento, se consolidó como una leyenda de la historia naval, alguien que, con todos los obstáculos en su contra, defendió la ciudad y cambió el rumbo de la guerra en el Caribe.
En honor a su legado, hoy en el pie del cerro se encuentra una estatua del militar y también existe un barrio en Cartagena que lleva su nombre, un testimonio vivo del impacto de sus acciones heroicas y del sacrificio que realizó para proteger la ciudad.