Bahía y Patrimonio | Columna

Por Bladimir Basabe Sánchez

En el año 2020, Invemar y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible lanzaron la segunda versión del Atlas de Áreas Coralinas de Colombia, y primera en versión web. Como novedad en ese entonces, los Corales de Varadero ubicados en la Bahía de Cartagena y norte de la isla de Barú, fueron incluidos con información de unidades bióticas y ecológicas, entre otros de interés para la ciencia y sociedad en general. Reconocido 1 km2 de Varadero en la cartografía oficial, expertos concuerdan en que el continuum arrecifal es más extenso; sin contar con los ecosistemas asociados a las zonas de bajamar.

Ante el interés del gobierno nacional por promover la declaratoria de Varadero como área protegida del SINAP, y un primer paso definido en conjunto con representantes de diversas entidades en la presentación de la Alianza Ambiental por Cartagena “Rafael Vergara Navarro”, celebrado el pasado noviembre de 2022, es de resaltar el trabajo constante del sector solidario y académico con rutas pedagógicas para construcción de proyectos de educación ambiental, caracterizaciones, fotocomposiciones, estudios de interacción entre organismos, movilización social digital, análisis en derecho y ciencia ciudadana. Aportes que suman a los diagnósticos e identificaciones por parte del Estado, además del conocimiento tradicional asociado a las comunidades habitantes de la Bahía y la isla de Barú.

En asuntos internacionales, Varadero y su designación protocolaria desde 2018 como Hope Spot por parte de la ONG Mission Blue suman, al aún escaso, 6% de áreas marinas protegidas en los océanos del planeta Tierra. Colombia posee cuatro Hope Spots: dos en el Caribe con Varadero y Capurganá-Cabo Tiburón, y dos en el Pacífico con Malpelo y Tribugá. La planificación del proceso de declaratoria por parte de Cardique y el acompañamiento del Sistema Nacional Ambiental, bajo los preceptos de la Resolución 1125 de 2015 y normatividad vigente, requiere unir esfuerzos que conduzcan al manejo sostenible de un territorio marino históricamente sobreviviente a la alta contaminación, sobre todo en vísperas de la ejecución del macroproyecto del Canal del Dique: el seguimiento de los cambios en las dinámicas naturales requieren integralidad y permanencia en el tiempo, con participación activa y efectiva, si se quiere cumplir con objetivos que beneficien a los habitantes de la cuenca.

Corresponsable e interesante ha sido la posición de jóvenes ciudadanos cartageneros, colombianos y extranjeros quienes, desde su manejo de las redes sociales como de la investigación en sentido amplio, han decidido comenzar a comprender que el ecosistema de la ciudad es más de lo que se observa a simple vista, y que en los cuerpos de agua existe vida que demanda respeto y cuidado. Lo anterior es posible en términos de modificación de conductas ambientales a través de la armonización y construcción de metodologías de educación ambiental contextualizada, a la luz de la actualización de la normativa nacional y regional cuyo propósito sea la ampliación del alcance de la participación ciudadana a través del Estado Social de Derecho. Es entonces que un patrimonio natural como Varadero, existente desde épocas coloniales y núcleo de la diversidad biológica en la Bahía de Cartagena, merece su declaratoria como área protegida para la Humanidad.

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