Por José David Vargas Tuñón 

En fecha pasada, conversé con un entrañable amigo luego de que arribara desde la ciudad de Bogotá, quién una vez lea estas líneas sabrá la grata tertulia que tuvimos, fruto del gran aprecio académico que ambos nos demostramos. En dicho ejercicio dialectico agotamos los temas del momento, campaña presidencial y la conveniencia de uno u otro candidato para los fines de la nación colombiana.

Luego de estas pasadas justas electorales, que acabaron con la inminente, y para algunos, estrepitosa llegada del doctor Petro Urrego a los confines de la casa de Nariño; algunos lloraron por la apabullante victoria y otros lo hicieron por el cansancio acaecido del ejercicio de memoria en cuanto a los hechos catastróficos vaticinados para el país por ciertas mentes magnánimas de este terruño.

Sin embargo, nos guste o no, hay un nuevo presidente en este país, para algunos bueno, para otros significa un evento traumático en cuanto a la democracia, y para otros definitivamente se nos montó un loco guerrillero a las barbas; pero lo único cierto es que a todos nos toca comernos la galleta y esperar expectantemente cualquier movida política que haga, de mientras, como se dice popularmente: “nos tocó tragarnos el sapo”.

De la conversación relatada al principio, la cual me puso a filosofar y a trasladarme a dimensiones cósmicas, pude concluir, que el doctor Urrego, se ganó el premio al presidente más vigilado a nivel mundial luego del presidente de Rusia, funcionario que, con toda la grata sensación de tener un enclave ideológico en la América latina, felicitó con gran probidad a nuestro electo presidente.

Así pues, si Petro tiene todos los reflectores puestos por el mundo libre y democrático, creo que si no gobierna, le repugnará vivir la experiencia de Manuel Noriega alias “cara de piña”, quien en su momento fue presidente de Panamá derrocado por la CIA en la operación causa justa.

En este orden de ideas, nuestro electo presidente deberá caminar con pies de plomo y sagaz mentalidad, puesto que, si se las da de artista, no durará mucho; tras que tiene ideas megalómanas que lo llevan a pensar que sus propuestas, sin fundamentos numéricos, le convienen al país, no me quiero imaginar lo que sucederá si no realiza ejercicios de autocontrol que lo lleven a decisiones más probas y cuerdas por intercesión de sus asesores.

Definitivamente, la vida en Colombia cambió de la forma más abrupta que alguna vez nos pudimos imaginar, banderas del M-19 ondeaban gozosas por las calles en diferentes partes tras el ascenso al poder de un bastión fundamental de este movimiento revolucionario, nadie dijo que sería fácil, pero es hora de confiar íntimamente en las instituciones que hacen parte de los contrapesos al poder presidencial; pero aún así, somos nosotros quienes debemos sacudirnos, darnos una palmadita en la espalda y comenzar a construir el país que nuestras generaciones venideras tendrán.

“Dios salve a Colombia”.

*Columna de opinión. Las opiniones no representan los valores, conceptos y/o postura del periódico.

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