No a la Constituyente

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En los últimos días, la propuesta de Gustavo Petro de convocar una Asamblea Constituyente ha acaparado la atención política en Colombia. Esta propuesta, además de reflejar su desesperación, es un resumen fehaciente del año y medio que va de su gobierno, marcado por intentos desesperados de encubrir escándalos, amenazas constantes a la institucionalidad y el orden del país, inestabilidad e incertidumbre, y promesas incumplidas. Petro busca presionar al Congreso de la República respecto al trámite de sus reformas, como él mismo admitió en su discurso.

En primer lugar, el Gobierno Petro ha persistido en tratar de influir en las instituciones independientes de la Rama Ejecutiva, utilizando discursos y tweets amenazantes para mantener viva su dispersa agenda política a las malas, en contra de quién toque. La propuesta Constituyente no es la excepción.

Es evidente que, con esta propuesta, Petro busca presionar al Congreso de la República respecto al trámite de sus reformas, como él mismo admitió en su discurso, refiriéndose particularmente a la reforma de salud que se encuentra agonizando (en buena parte gracias al liderazgo de los senadores conservadores que hacen parte de la comisión séptima).

Sin embargo, es consciente de la dificultades para convocar una Constituyente y, sobre todo, para obtener las mayorías en ella. Esto revela la vacuidad de sus declaraciones y su incapacidad para implementar cambios significativos, algo que no debería sorprendernos.

En segundo lugar, no es secreto para nadie que desde que Gustavo Petro asumió como presidente, ha estado envuelto en una serie de escándalos que han puesto en entredicho el “cambio” prometido durante su campaña. En el escenario político colombiano, las estrategias de distracción son moneda corriente, y Petro parece ser un experto en este juego de luces y sombras.

Ha demostrado la habilidad de un prodigioso mago para distraernos con trucos mientras nos esconde la realidad, y su propuesta de Constituyente parece ser solo otro de sus trucos. Pues, ha permitido que se pasen por alto, sin mayor escrutinio, casos como los contratos con el Clan Torres, por ejemplo, que son solo la punta del iceberg de una gestión marcada por la opacidad y la corrupción, problemas que antes el presidente denunciaba con fervor.Este nuevo episodio del Gobierno Petro es una clara manifestación del populismo que le caracteriza y su tendencia a la inacción. Es la evidencia de un presidente que nunca dejó atrás la retórica de la campaña para realmente ejercer su gestión. Refleja la falta de una agenda clara para el país, contribuyendo al aumento de la incertidumbre y la desconfianza.

Es el presagio de un gobierno en el que no se espera que ocurra mucho en lo que resta; un gobierno de promesas incumplidasNo obstante, hay que destacar la importancia de evitar que nuestra Constitución sea objeto de un capricho autoritario que sumerja al país en la incertidumbre. Una Constituyente no es un juego. Las Nuevas Generaciones tenemos la responsabilidad de garantizar el cumplimiento de la Constitución, así como el respeto por el orden democrático y las instituciones, como dijo el Presidente Cepeda.

Por: Jesús Álvarez.

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