Las palenqueras, esas figuras emblemáticas que adornan las calles de Cartagena con sus coloridas vestimentas y palanganas llenas de frutas, son mucho más que una simple imagen folclórica. Su historia se remonta a tiempos de lucha y resistencia, cuando sus antepasadas, guiadas por la valentía de Benkos Biohó, escaparon de la opresión española para fundar San Basilio de Palenque, un refugio de libertad en medio de la adversidad.
Estas mujeres, descendientes directas de las primeras africanas que llegaron a tierras americanas, han preservado no solo sus tradiciones y lengua, sino también un espíritu indomable que ha sido transmitido de generación en generación. A través de sus peinados trenzados, que en su tiempo sirvieron como mapas para la huida hacia la libertad, han tejido una narrativa de resistencia y empoderamiento que sigue viva en la actualidad.
El flujo migratorio de San Basilio de Palenque a Cartagena se ha visto impulsado por el deseo de mejorar las condiciones de vida, un motivo que se ha manifestado en diferentes épocas a través de la búsqueda de empleo y el acceso a la educación. En los primeros años, fue común que las mujeres migraran en busca de trabajo debido a la menor escolaridad en comparación con los hombres, ya que la educación era una actividad predominantemente masculina. Con el tiempo, este patrón migratorio se ha diversificado, especialmente con el creciente interés en la educación superior, que ha permitido a muchos jóvenes palenqueros acceder a oportunidades que no estaban disponibles en su comunidad de origen.
Angelina Cassiani, una respetada palenquera de Cartagena, es un ejemplo viviente de esta rica herencia. Desde los años 60, Angelina ha trabajado incansablemente, despertándose antes del amanecer para ir al mercado de Bazurto y luego al centro histórico, donde ofrece sus coloridas frutas y se toma fotos con los turistas. Aunque su trabajo diario puede parecer simple, detrás de su sonrisa se esconde una historia de sacrificio y esfuerzo que ha permitido a su familia prosperar, pues uno de sus hijos es policía, otro chofer y una hija se convirtió en profesora.
A pesar de los desafíos, Angelina mantiene el espíritu de su comunidad. Sin embargo, señala que cada vez hay menos jóvenes que siguen esta tradición, ya que muchas hijas de palenqueras han optado por carreras profesionales, y son las muchachas hijas de palenqueras que han venido de Venezuela quienes han asumido mayoritariamente esta labor en los últimos años.
El impacto de la migración también ha traído consigo algunos desafíos para la comunidad palenquera, como la pérdida de ciertas tradiciones y costumbres, entre ellas la lengua palenquera y los kuagros, que son grupos de apoyo mutuo fundamentales en su cultura. A pesar de que San Basilio de Palenque es ahora reconocido por tener un alto número de profesionales, la falta de inversión en la comunidad sigue siendo un problema, pues pocas personas regresan para invertir o generar empleo en su lugar de origen tras establecerse en Cartagena.
Angelina, hija de Rafael Cassiani Cassiani, un líder comunitario y director del Sexteto Tabalá, ha visto cómo la cultura palenquera se ha transformado con el tiempo. Su padre, quien no solo fue un agricultor sino también un defensor de la cultura afro en la región, jugó un papel importante en la protección y divulgación de las costumbres de San Basilio de Palenque. El legado de Rafael, al igual que el de Angelina, es un testimonio del impacto que estas figuras han tenido en la preservación de su identidad cultural.
El mensaje de Angelina a las nuevas generaciones palenqueras se enfoca en la honestidad y el respeto hacia los turistas, manteniendo vivas las tradiciones que han sido la columna vertebral de su comunidad. A pesar de los días buenos y malos en su labor diaria, Angelina sigue siendo un símbolo de la resistencia y la dignidad que caracterizan a las palenqueras, mujeres que, con cada paso y cada sonrisa, continúan contando la historia de su lucha por la libertad.