En el edificio del Banco Popular, en pleno centro de Cartagena, existió una fuente que se convirtió en un lugar especial para la ciudad. El banco, con una arquitectura única para su tiempo, llamaba la atención por su diseño, pero lo que realmente hacía que la gente pasara tiempo allí era la fuente que adornaba su entrada.
La fuente, situada al frente del Banco y cerca del Parque Centenario, ofrecía un espacio de tranquilidad. Niños, jóvenes y adultos se reunían allí para disfrutar de sus ratos libres, mientras observaban a las tortugas que las autoridades ambientales habían reubicado en el lugar. Este pequeño ecosistema, aunque no duró mucho, se convirtió en un símbolo de la armonía entre lo urbano y lo natural.
Le puede interesar: De matadero a espacio emblemático: la transformación del Parque Centenario
Con el paso del tiempo, la estructura del banco cambió, y con ella, la fuente y el encanto que solía tener desaparecieron. Lo que una vez fue un símbolo de un rincón especial de Cartagena se ha transformado en un recuerdo nostálgico para aquellos que lo vivieron. Aunque la ciudad sigue avanzando, esos momentos de conexión con la naturaleza en el centro urbano permanecen en la memoria de muchos cartageneros.