“La violencia contra la mujer tiene un alcance mundial”, Kofi Annan.
Por Alvaro Morales de León
El viernes 14 de febrero del año 2003 la ciudad de Cartagena conmocionada; cuatro trabajadoras sexuales, de corta edad, de manos de sicarios encontraron la muerte en una banca de su habitual sitio de trabajo, el entorno de la Torre del Reloj Público en Cartagena, ese mismo sitio que llegada la noche se transforma, ante la vista de todos, en un gran prostíbulo a cielo abierto.
El sicariato de Betsevit, de Lourdes, de Ofelia y de Hendy aquella fría madrugada no fueron motivos suficientes para que las autoridades de la ciudad intervinieran esta zona histórica y emblemática de Cartagena y procedieran a “limpiarla” de este vergonzoso espectáculo de la práctica pública y sin control de prostitución, incluida la infantil.
En su momento la prensa local, la nacional, y hasta la internacional dieron cuenta en sus páginas de estos abominables crímenes de estas cuatro damas dedicadas al oficio de la prostitución achacándoselos, según dijeron ellos, al propietario de un establecimiento de diversión nocturna ubicado en cercanía a este mismo lugar, la Torre del Reloj, que según dicho propietario, veía afectado el acceso y el reconocimiento a su establecimiento nocturno por la cercana permanencia que con el tenían, todas las noches, tales jóvenes pertenecientes a la mal llamada “vida alegre”.
Pasados 20 años, comunidades defensoras de los Derechos Humanos, del orden local, nacional e internacional retoman este cruel acontecimiento que a pesar de los veinte años transcurridos sigue en la impunidad que caracteriza a ciertos servidores de la Rama Judicial colombiana.
Veinte años después de aquella madrugada del 14 de febrero de 2003 estos lugares de prostitución nocturna como, la Plaza de los Coches, los bajos del Portal de los Dulces y la llamada Plaza de la Paz en el entorno de la Torre del Reloj Público continúan más vigentes que nunca ante la evidente falta de autoridad.
Por favor, autoridades judiciales, la ciudad no sólo necesita saber y conocer los autores materiales de estos crímenes sino, además, conocer y saber quién fue o quienes fueron sus determinadores, y que tanto a unos como a otros se les imponga el castigo y la condena acorde con los hechos.