El licor que elaboraban los Kalamarys formaba parte esencial de la vida en sus asentamientos, los cuales estaban ubicados en lo que hoy conocemos como Cartagena, tal bebida era preparada a partir de frutas como piñas, piñuelas, plátanos, maíz y yucas, lo que de alguna manera es una muestra vivida del reflejo de la conexión de los Kalamarys con su entorno y su habilidad para aprovechar los recursos naturales disponibles.
Sin embargo, la preparación de este licor no solo era un proceso de fermentación, sino también un ritual que involucraba conocimientos ancestrales sobre las plantas y técnicas específicas de extracción.
Por ello, hablando específicamente del proceso los Kalamarys realizaban incisiones en las frutas y raíces para extraer los jugos, que luego se dejaban fermentar hasta convertirse en una bebida alcohólica. Esta práctica demostraba su ingenio y adaptación a los recursos naturales de la región.
Por lo anterior, el consumo de estos licores tenía un papel importante en las ceremonias, celebraciones y rituales, reforzando los lazos comunitarios y las creencias espirituales del grupo.
Siendo así, la producción y el consumo de estos licores muestran cómo los Kalamarys integraban su entorno en la vida diaria, utilizando los elementos naturales de manera sustentable y culturalmente significativa.
Por tanto, este aspecto de su legado es un recordatorio de la riqueza cultural que existía en los asentamientos indígenas previos a la colonización, dejando una marca imborrable en la historia de la región.