Por Isaias Barón
Esta mañana quise compartir una reflexión sobre la aproximación que tenemos todos a cambiar nuestro destino colectivo, como un imperativo de nuestro deber ciudadano.
Con frecuencia nos quejamos de las realidad social, de las vicisitudes económicas y demás problemas demográficos que enfrentamos como sociedad, pero nos olvidamos de la inminente responsabilidad de un ejercicio ciudadano consciente, precisamente determinado por la aproximación que cada acto que como individuo ejecutamos incide en la realidad colectiva, por ejemplo, desde la compra masiva de un artículo, encareciendo su costo, hasta el voto para elegir a nuestros representantes en el nivel direccional de los entes territoriales.
Todos decimos que la culpa es del sistema, cuando en nuestra inconsciencia ciudadana omitimos deponer la basura en el lugar correcto, cuando olvidamos la observancia que como ciudadanos deberíamos tener a la ejecución del presupuesto público, cuando acolitamos la invasión y aprobamos la ocupación irregular del espacio público, cuando irrespetamos la autoridad pública, y ni hablar de las veces que pudiendo hacer algo por el bienestar general, nos escondemos en nuestro egoísmo, olvidando quizás que al final del día no somos nada sin el otro, y que si empobrecemos nuestro entorno, automáticamente vamos devaluando nuestro propio ejercicio. Porque en suma todo es un constante fluir.
Entonces, ser ciudadano implica una responsabilidad para con el otro que indirectamente de omitirse repercute en sí mismo, puede ser a corto plazo pero lo más normal y seguro es que en el tiempo se coseche lo que propiamente se cultivó.
Nuestro compromiso real implica mirar que estamos aportando para el mejoramiento de la sociedad. Sembrar en cada ciudadano, indistintamente su edad, la intención de construir para provocar en ello un esfuerzo mancomunado que jalone el beneficio común, el fortalecimiento de la empatía y la integridad, porque este es un cuento de todos.
Ya está bueno, de seguir creyendo y suponiendo, cómo decía alguien en algún momento, que el pavimento es progreso, sin una debida planificación y participación de la sociedad resulta ineficaz.
Ya está bueno, seguir pensando que un activista anticorrupción puede ser un buen administrador, es y solo será un excelente contrapeso en la democracia, la administración es mucho más compleja, y propende por articular los distintos actores sociales.
Y Ya está bueno de dejar permitir que unos pocos sigan definiendo el destino de muchos, pensando por nosotros, es hora de asumir nuestro rol y entender que esto es un problema de todos, por ello y muchas otras cosas más, por lo menos hoy sé que mi territorio merece más.
A mis amigos: Miber, Juan y Gabriel, con quienes reflexionaba sobre qué estamos haciendo para construir.