Por Jeril Pineda

Camino a mi cama, leyendo comentarios de Facebook, pude notar que «una de mis amistades» de Facebook había compartido una columna de opinión sobre la película de Disney ‘Encanto’. Al leer las opiniones presentadas ahí, pude confirmar que las opiniones, como dice Didi Romero, pueden ser una porquería. No entendía cómo este sujeto exigía a unos gringos contar toda Colombia en hora y media.

Ustedes que me leen ¿Saben cuántas razas y culturas hay en Colombia? ¿Cuántas etnias? ¿Cuántos idiomas? ¿Cuántas regiones? ¿Cuántas vestimentas y comidas típicas? ¿Cuánta flora y fauna hay únicamente acá? No hay una sola manera de ser colombiano, parce. Hasta para opinar hay que ser cuidadoso, no se puede ser tan arbitrario. Que estuvo enredada y difícil, que le quedó un sin sabor… Hay una razón, no se enoje y siga leyendo.

Esa película no se puede comparar con Coco. México es una vaina muchísimo más unificada. Es más: nosotros guardamos elementos mexicanos en el corazón, debido al cine y la televisión, como también la música ranchera y otras cosas que ahora no recuerdo. Era muchísimo más sencillo hacer una película sobre México que Colombia. Además, el equipo responsable de Coco fue Disney Pixar y no Walt Animation Studios, como en el caso de Encanto. No se puede comparar la película con Coco, no están en las mismas condiciones.

En fin. Había tantas cosas que el opinante había pasado por alto, que me parecía que más que una opinión, era el lloriqueo de un hombre encaprichado. Luego me enternecí al comprender que la queja de un encaprichado saca por lo menos una verdad irrefutable. No toda la opinión de este hombre mostraba poco conocimiento, sino también genuinos sentimientos. Y los sentimientos son puros, respetuosos y válidos. Merecen toda mi atención. Seguí leyendo aquella columna y empecé a buscar argumentos para explicar el porqué este individuo había sentido lo que había sentido, y mejor: defender una película que me había tomado muy personal.

Encanto merece una secuelita, pero esta entrega me pareció emotiva y detallista. Siento que cayó al pelo de muchas familias del mundo que sufren la tan famosa maldición generacional. Me encantó ese detalle psicológico de terapia familiar, porque demuestra que absolutamente todas las personas estamos traumadas. Es genuino, me gusta. Pero siento que son necios los comentarios de que faltaron cosas: por supuesto que faltaron cosas… Faltaron las distintas tribus indígenas, ¿Cuántos asentamientos no habrá en Colombia? Quiero mencionar la serranía de Perijá, ya que tuve la oportunidad de charlar con unos que hablan Yukpa. Faltó hablar del valle y de los llanos, de ese poco de paisas que adoramos tanto, del pacífico que yo misma desconozco (me encantaría ver representación del chocó)… Faltó hacer un acercamiento al Amazonas y el cómo los municipios al borde de brasil hablan más portugués que español… ¡Obvio que faltaron cosas! ¡Claro que faltaron cosas! No quiero ni imaginar la cantidad de personajes que necesitaríamos y los minutos que nos harían justicia. Esa exigencia proviene del deseo del protagonismo del municipio en el que se vive o de la ignorancia hacia los elementos icónicos de la historia colombiana. No encuentro más explicaciones. Pero es válido: los sentimientos son válidos: todos estos críticos quieren su protagonismo, quieren verse en la película.

¿Qué la película es aplicable para muchos países latinos? Pues sí; ¿Qué acaso no recuerdan La Gran Colombia ni cómo eran los viajes que se pegaban los barcos hasta este lado del mundo? ¿No recuerdan para nada cómo los desplazamientos en nuestro mapa causaron transculturaciones, heterogeneidades, subalternidades y demás? No he visto ese argumento. Nadie pensó en mencionar los procesos culturales en sus críticas sobre la película. Tras de exigente, ¿cobarde? no sé, prefiero decir que sólo hay poca información al respecto.

Porque las comparaciones me han parecido -todas- absurdas. Exigirle a una película sobre Colombia que sea de Colombia es una vagabundez. Es decir, ¿Exijo a unos estadounidenses que hablen sobre Colombia con visión de colombiano pero que se parezca a México? Si hacen la película desde la perspectiva esa, ponen problemas; de un costeño, problemas; ¿cachaco? problema; ¿paisa? problema ¿indio? ¿palenquero? ¡No, ellos son minorías! ¿Contamos la película desde los opitas entonces? ¿Quiénes son los opitas? Es muy difícil que el colombiano promedio sepa algo del Huila.

¿Y entonces a quién? ¿A quién? ¿A quién consultamos para definir a Colombia y que todas sus partes se sientan identificadas para que todo crítico esté feliz? Cada departamento quiere su protagonismo de la misma forma en que cada estado de EUA tiene sus propias películas. Es demasiada arbitrariedad no desplegar en una reseña el papel que juega la reinterpretación. Obviamente la lectura de la película y de la(s) misma(s) cultura(s) colombiana(s) es diferente en cada cabeza. Juegan elementos socioculturales ahí, no es algo tan sencillo.

Me acuerdo yo que en mi tesis hablaba de cómo Cornejo Polar decía que no es lo mismo la literatura indígena que la literatura sobre indígenas, bueno, así mismo son los contenidos de cada obra en el mundo. Quién está contando a Colombia en Encanto es Estados Unidos desde la investigación que hizo de nosotros. Ya hay una previa investigación. Existe. Está ahí. En la película. La rigurosidad de la investigación no parece ser el problema, sino quizás la narrativa de esa interpretación, la… “literatura». Y tampoco creo que sea particularmente un problema de «sin sabor» sino de exceso de sabores, como cuando estás comiendo un arroz con mango o te comes una bandeja paisa. Son demasiadas cosas a procesar para el público. Lastimosamente, así como es la película, es Colombia: los extranjeros no succionan tanta historia en poco tiempo (los cartageneros sabemos mucho de eso porque hablamos toda la historia de Cartagena a un cachaco y se les olvidan los detalles; y es que ese ejemplo no es diferente con los extranjeros: a ellos también se les pasan detalles de Colombia). Imagínense: el asuntico de interpretación, más la mucha información, en poco tiempo, sobre un país multicultural: un resultado justificable. Reitero: no es tan malo como parece, la trama hace justicia, las canciones de Lin Manuel hacen justicia… Quizás a algunos no nos agrade enteramente la participación de Sebastián Yatra, por ser “menos adecuado”, pero no hay una manera de ser adecuado; después de todo, Yatra TAMBIÉN es colombiano.

Yo habría convocado a Juanes o al mismo Carlos Vives, (Oigan, Shakira sorprendentemente no apareció por ningún lado), igual creo que la idea era mostrar talento cachaco. Pienso que los nuevos y viejos artistas locales y los actores de televisión que han acompañado a nuestras abuelas en sus novelas son dignos de los papeles que obtuvieron y lo hicieron increíble. No hay que desmeritar eso. Incluso Vale habrían hecho un excelente trabajo siendo nuevas en la industria, les tengo profunda admiración. Lo mismo aplica para Yatra, porque de todas formas Dos Oruguitas es una de nuestras favoritas, y lamentablemente entiendo las razones políticas por las cuales muchas personas habrían querido a Yatra fuera de la escena.

Nuestra envidia a Coco también es justificable. Seguramente podríamos argumentar y analizar cómo sería una película sobre Colombia, desde un equipo de producción como Pixar y realizar ese ejercicio creativo de desarrollar una idea y presentarla a los mejores desarrolladores. Quizás habría sido un mejor enfoque en una columna de opinión. Pero bueno, la opinión es libre, supongo…

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