“Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Mateo 22: 15-21
Por Alvaro Morales de León
Siempre habrá que recurrir a este versículo con el que Evangelista como Mateo dejó grabado en su libro esta máxima de Jesús con la que le dio respuesta a sus opositores y contradictores cuando malévolamente lo interrogaron sobre la licitud del pago de impuestos al César, al Imperio romano que gobernaba a los israelitas de esa época.
Retomo el tema por lo candente que en la discusión de la Reforma Tributaria fue sobre el pago de impuestos de la Iglesias, pero impuestos no para las actividades del culto, la liturgia ceremonial, que nunca estuvieron en la Reforma, pero sí para otras actividades e inversiones muy diferentes a las del Culto que realizan las Iglesias.
En Colombia, como en el mundo, las Iglesias o Congregaciones Religiosas realizan inversiones y son propietarias de colegios, servicios de transporte, servicios turísticos, radiodifusión, televisión, supermercados, inmobiliaria, editoriales, librerías, etc, siendo estas inversiones a las que estaba dirigido el pago de impuestos y no a lo propiamente del culto.
Es muy curioso, y podría decirse, contradictora, la actitud y la posición de la Iglesias contra el impuesto que se les cobraría por estas cosas que nada tienen con la liturgia de la celebración, si la miramos desde la propia esencia del cristianismo.
Las Iglesias perdieron de vista su esencia cristiana cuando se opusieron a contribuirle al Estado con sus impuestos, impuestos que parte de ellos el gobierno nacional convierte en ayuda social para los más necesitados del país.
Sigo considerando que son contradicciones religiosas de la Iglesias cuando se niegan a contribuir con los impuestos a la Patria, actitudes diametralmente opuestas a las enseñanzas de Jesús, como la que dijo a cerca de la obligación del pago de los impuestos; o aquella en la que al joven rico le dijo que para ganar el cielo y la vida eterna que él aspiraba alcanzar debía vender todos sus bienes y darlo a los pobres.
Este mensaje al joven rico no le gustó, y menos, lo cumplió; cumpliéndose así el propósito de Jesús, comprobar una vez más que muchas personas tienen más su corazón puesto en los bienes materiales que las cosas de arriba, la salvación del alma y ganar el Cielo.