A inicios de los años 60, Cartagena recibió a los primeros voluntarios de los Cuerpos de Paz, enviados por el entonces presidente de EE. UU., John F. Kennedy. Esta iniciativa buscaba promover el desarrollo en América Latina y contrarrestar la influencia comunista. Siendo así, la ciudad fue testigo de una presencia extranjera que traería consecuencias inesperadas.
Los voluntarios llegaron con la misión de apoyar en áreas como la salud y la educación. Sin embargo, al convivir con comunidades empobrecidas, muchos de ellos desarrollaron una visión crítica sobre la desigualdad social en la región. En ese sentido, su trabajo original comenzó a tomar un matiz de reflexión política y social.
Por otro lado, sacerdotes que llegaron a través de la misma misión adoptaron una postura activa junto a los habitantes. Estos “curas guerrilleros” simpatizaban con los ideales de la Teología de la Liberación y empezaron a involucrarse en luchas por los derechos de los más desfavorecidos. Así, su labor trascendió lo religioso y se unió a causas sociales.
La influencia de los Cuerpos de Paz y los “curas guerrilleros” motivó a jóvenes cartageneros a interesarse en el activismo. Por lo tanto, su presencia generó un movimiento social que, en aquel momento, parecía revolucionario. En ese sentido, la cooperación internacional derivó en un contexto de mayor conciencia y movilización.
El legado de este fenómeno persiste en la memoria de Cartagena. Aunque el programa de los Cuerpos de Paz fue temporal, su impacto junto al de los “curas guerrilleros” dejó una huella profunda.
Fuente: Luis Tarrá Gallego