“El populismo ama tanto a los pobres que hasta los multiplica”, Mario Grondona.
Por Álvaro Morales de León
En el devenir de las campañas políticas que tímidamente comienzan a asomarse buscando el favor del pueblo en las urnas este próximo 29 de octubre, resurge el populismo como bandera proselitista con la que buscarán entusiasmar y persuadir al votante, nuevamente.
En Colombia, pero particularmente en Cartagena y en Bolívar, los índices de pobreza, la pobreza monetaria, la extrema pobreza y hasta la miseria son los principales, pero no los únicos insumos populistas que de manera perversa, descarada y cínica vienen empleando hace mucho tiempo la mayoría de las campañas políticas de quienes aspiran a ser elegidos como servidores públicos a través del voto popular; insumos populistas infortunados que los mismos políticos en campaña han participado o han contribuido a su generación.
El populismo tiene como particularidad el prometer como candidato o realizar con servidor público medidas populares o medidas de gobierno dirigidas a ganar la simpatía o ganar el voto del pueblo, aún en contra de la democracia, de la realidad y de las posibilidades, justificándose, según ellos, en la necesidad de hacerlo para defender a los ciudadanos y para defender sus aspiraciones.
En la práctica no existen candidatos que no sean populistas ya que este insumo, el populismo, es el principal o quizás, el único factor o tendencia política que emplean los candidatos y los servidores públicos de elección popular para atraer aplausos, votos y además, para ganar respaldo popular, aunque sus propuestas o sus proyectos estén apartados de la realidad o de cualquier probabilidad de convertirse en hechos ciertos.
Las promesas populistas de campañas políticas llegan al extremo de sobrepasarse, o aún más, excederse en prometer cosas que de antemano ellos mismos saben y están conscientes que no se van a poder cumplir si llegaren a salir elegidos; y si lo llegaren a intentar, tales ofrecimientos quedarán a medio camino.
Si hay una ciudad en Colombia que haya sido víctima del populismo político, esa es Cartagena de Indias, la Heroica, ciudad donde la descolaridad, la desnutrición, los déficits de vivienda popular, la falta de saneamiento básico, la inseguridad, la pobreza, la falta de oportunidades de empleo, los malos servicios públicos, los problemas de movilidad, el mototaxismo, pero sobre todo el hambre de los ciudadanos son los principales insumos del populismo criollo que entre una y otra campaña política reciclan los mismos políticos.
Pareciera que a ciertos políticos en campaña, especialmente a los de Cartagena, para sus fines electorales, les sirviera que siguieran existiendo los 414.537 personas que se encuentran en condiciones de pobreza así como los 42.000 que estando en condiciones de pobreza extrema o indigencia sus ingresos mensuales solo le alcancen para comer una vez al día.
De igual manera le sirve mucho como insumo populista a los políticos en campaña la cifra que de Cartagena ha revelado el DANE dando a conocer que 60.204 personas de los 414.537 que están en estado de pobreza extrema ni siquiera llegan a tener un ingreso de $161 mil mensuales.
Si hubo un alcalde populista en la ciudad de Cartagena en los últimos tiempos, ese fue el doctor Nicolás Curi Vergara, quien aupado y secundado por cercanos colaboradores de su segundo gobierno y de su pensamiento político dio rienda suelta al más clásico de los populismos que se haya conocido en la ciudad con su fracasado y asistencialista programa “Lucha contra el Hambre”.
Pero, finalmente, el populismo barato, ese que busca ganar adeptos, votos, y respaldo popular prometiendo acabar con el hambre, con la corrupción, con el desempleo, etc, lo vemos reciclándose en algunas de las actuales campañas políticas a la alcaldía de Cartagena y a la gobernación de Bolívar.